Recorridos por Paravachasca: La Isla

Sociedad 23 de enero de 2021 Diario Sumario

(Sumario Noticias, La Paisanita) El verano, el sol y las altas temperaturas invitan a recorrer distintos lugares para disfrutar del aire libre, la naturaleza y el río. Alta Gracia tiene esa posibilidad en muchos destinos que están a poca distancia de la ciudad.

En la Comuna de La Paisanita, La Isla es un paraje con poquísimos habitantes, algunas casas de veraneo y una playa sobre el Anisacate que ofrece opciones para todos los gustos. A solo diez kilómetros de Alta Gracia, gran cantidad de vecinos de la ciudad y visitantes de otras localidades llegan a diario.

El acceso no es sencillo, pero la meta vale la pena. Se llega por el Camino José Elías López, que comienza en la intersección entre las calles Catamarca y Cervantes. Bordeando las canteras, empieza un camino de tierra que en ocasiones genera bastantes dificultades a los automóviles. Las subidas y bajadas hacen que se convierta en un arroyo cuando llueve y eso origina numerosos pozos. Durante nueve kilómetros, el visitante se internará en el monte hasta llegar a la bifurcación entre el arco que da la bienvenida a Villa La Paisanita y el camino que conduce a La Isla, a la derecha. En ese punto, se llega al primer control vehicular en el que personal de la Comuna registra la patente del vehículo y el apellido del conductor.

Luego de doblar hacia la derecha, se rodea la Colonia de Vacaciones Unión Ferroviaria y frente a la antigua Escuela Domingo Faustino Sarmiento, se ubica un nuevo puesto de control. En este caso, la consulta a los ocupantes del vehículo es si se dirigen al río. En caso de que la respuesta sea afirmativa, es necesario abonar trescientos pesos y continuar viaje. Solo resta un kilómetro de travesía, que suele ser el que menos mantenimiento recibe el camino y más complicado se encuentra. A unos setecientos metros de la estancia Los Nogales, un viejo cartel despintado indica que la calle que conduce hacia la izquierda es el del Loteo La Isla. La última bajada, de aproximadamente un kilómetro, puede deparar varias sorpresas a un conductor desprevenido. Lo recomendable es tener paciencia y realizarla en primera o segunda, sin prisa y tocando el freno para evitar agarrar los pozos con fuerza.

A la altura del Hotel Sirena, el camino termina. Algunos conductores eligen estacionar el vehículo frente al portón del antiguo alojamiento y otros más osados lo dejan al final, donde ya no hay más traza para automóviles. La diferencia está en el último tramo de bajada, unos veinte metros que muchas veces están en pésimas condiciones para transitar. No es recomendable esperar las indicaciones del personal de la Comuna acerca de dónde dejar el vehículo, ya que estas nunca llegarán porque no hay nadie que realice esa tarea. Cuando la cantidad de visitantes es numerosa, suele ser difícil encontrar un sitio en el que esté permitido estacionar –ya que muchos sectores del camino tienen carteles que indican la prohibición- y no complique la salida de otros automóviles o camionetas. El ingenio suele ser el mejor aliado.

A pesar de las dificultades de la calle de tierra, se puede llegar en todo tipo de vehículos. Son muchos los que eligen hacer el recorrido en motos o bicicletas.

La Isla le debe su nombre a una porción de tierra que divide en dos el curso del río Anisacate. A simple vista, puede parecer que se ve la otra orilla desde el Hotel Sirena, pero en realidad, salvo que esté muy crecido, hay otro cauce que queda fuera del ojo detrás de los árboles y vegetación. Por la tranquera del hotel, se accede al sendero que lleva hacia la playa.

En lo que constituye el fin del islote que le da el nombre al lugar, se encuentra una hermosa playa de abundante arena rodeada de verde y cascadas. El río ofrece allí partes bajas, aptas para niños y también sectores profundos, para quienes deseen nadar. También hay algunas piedras de las que es posible tirarse. Para ello, siempre es recomendable revisar la profundidad del agua ya que las crecientes traen y llevan arena y cambian la fisonomía del lugar.

En tardes de calor, cumplir con el distanciamiento social es complicado. A la gran cantidad de visitantes, se le suma la dificultad de que hay una sola playa de arena de sencillo acceso, por lo que fácilmente se produce aglomeración de personas en el mismo lugar. En el balneario no hay servicios, ni tampoco personal que recuerde a los visitantes las medidas de prevención contra el coronavirus covid-19.

 

De familias a jóvenes

Tradicionalmente, La Isla fue una playa tranquila y el público que lo visitaba era en su mayoría familiar. Uno de los motivos principales era la ausencia de transporte a ese destino y las dificultades del camino. Sin embargo, el crecimiento del parque automotor fue uno de los factores que hizo que esa realidad cambiara. Actualmente, el sitio se llena de grupos de amigos adolescentes y jóvenes que se reúnen a pasar el día.

 

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