El juego de la memoria

El juego de la memoria es completamente repetitivo. Las acciones se suceden una tras otra de la misma manera: dar vuelta una pieza, luego otra. En algunos casos, el participante ha tenido suerte y se lleva las dos imágenes consigo. En otros, la sucesión continúa.

A pesar de su reiteración, el juego no es infinito. Tiene un punto de quiebre. Un momento clave, en el cual, como si una repentina llama de comprensión se encendiera en la mente de uno de los jugadores, todo cambia para siempre. Es el segundo en que entiende en dónde están las piezas faltantes… No necesariamente todas, sino aquellas que le permitirán recopilar todas las parejas. Al acertar, vuelve a ser su turno y entonces, si arma una nueva dupla, sigue jugando… hasta que todos los enigmas se develan y termina la partida.

La historia es un continuo que no tiene una meta, un punto de llegada. La memoria, en cambio, aborda los hechos recientes desde una óptica diferente. No puede ser imparcial ni objetiva, ya que son los protagonistas de esos sucesos quienes la conforman y alimentan. Sin embargo, utiliza documentos y datos concretos para reconstruir una realidad que buscó ser arrancada de raíz.

En el juego de la memoria dentro de la historia argentina, la Megacausa de La Perla fue un punto de quiebre que permitió iluminar muchos capítulos de las páginas más oscuras de la vida de Córdoba. Esta semana se cumplieron cinco años desde aquella histórica jornada en la que más de diez mil personas escucharon desde la Avenida Concepción Arenal la sentencia que se dictaba en el edificio de Tribunales Federales. Gran parte de la sociedad se paralizó, para observar lo que sucedía en el momento en que Jaime Díaz Gavier, Julián Falcucci y José Camilo Quiroga Uriburu dieran un veredicto en un proceso que duró casi tres años, involucró a 45 acusados y 416 víctimas y contó con los testimonios de 900 personas. Ocho delitos fueron juzgados, cometidos en repetidas ocasiones: privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados, aplicación de tormentos seguidos de muerte, homicidio calificado, tentativa de homicidio calificado, sustracción de un menor de diez años, abuso deshonesto y violación.

En términos jurídicos, la sentencia de la Megacausa es un cierre. Es el final de un proceso que buscó, con testimonios, documentos, evidencias y pruebas, demostrar qué sucedió en el ex Centro Clandestino de Concentración, Tortura y Exterminio y quiénes fueron los responsables de que eso ocurriera. Sin embargo, en lo que a la narración de los hechos se refiere, la sentencia es también un comienzo. Algunos de los testimonios dieron cuenta de sucesos desconocidos, de historias ocultas que pueden empezar a ver la luz a partir de lo que guardan las más de 400 páginas que contiene la sentencia.

La Megacausa no es ajena a Alta Gracia. Allí se juzgó, entre otros hechos, la desaparición de Carlos D´Ambra. Él y su hermana Alicia fueron las dos primeras víctimas de la dictadura cívico militar que la ciudad reclamó. Sin embargo, años más tarde, se supo de la existencia de Hugo Alberto Pavón, secuestrado en su domicilio de Avenida del Libertador el 30 de abril de 1976.

El 21 de marzo de 2019, en la ronda de la memoria que se realiza habitualmente en la Plaza Solares para aquella fecha, el Colectivo Paravachasca por la Memoria mencionó por primera vez la desaparición de Elba Rosa Navarro Iriarte. La mujer, nacida en Alta Gracia, fue secuestrada a sus 31 años en su domicilio de la ciudad de Córdoba y permaneció alrededor de 30 días en La Perla, hasta que fue asesinada. Su crimen fue juzgado en la Megacausa y actualmente, los únicos datos que existen sobre ella son aquellos que constan en la sentencia.

Elba cursó la escuela secundaria en Córdoba, estudió en la Facultad de Psicología y desarrolló su actividad laboral en un colegio de la capital provincial. Era militante de la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO). No hay datos que indiquen cuánto tiempo vivió en la ciudad ni en qué fecha se radicó definitivamente en Córdoba.

Independientemente del arraigue que tuviera o no con su Alta Gracia natal, en la tarde del lunes 16 de agosto, Elba estaba en su casa. Vivía sobre calle Leopoldo Marechal en Villa Azalais Oeste, de la ciudad de Córdoba. Un grupo perteneciente a alguna fuerza armada o de seguridad –no se ha identificado si se trataba de policía, ejército u otra institución- ingresó por la fuerza a su domicilio y la secuestró. Elba fue trasladada hasta el Centro Clandestino de Detención La Perla, junto con una compañera de militancia, María Inés Muchiutti, una joven de  veintisiete años que había sido secuestrada en la siesta de ese mismo día en la calle.

No está claro el tiempo que Elba y María Inés permanecieron en La Perla. Sí se sabe que fueron sometidas “a constantes torturas físicas y psíquicas, tal como se procedía sistemáticamente con todos los que se encontraban detenidos en esas dependencias, obligándolas a permanecer con las manos atadas, los ojos vendados y acostadas en colchonetas sobre el piso, con la prohibición de moverse y/o comunicarse con los demás secuestrados, privándolas de la alimentación, higiene y atención médica adecuadas, como también información fidedigna respecto al lugar y causa de detención, autoridades intervinientes y procedimiento seguido y destino que habría de imponérseles, forzándolas a escuchar gritos y lamentos de otras personas que eran allí torturadas, al igual que los comentarios denigrantes y amenazas de sus victimarios, siendo interrogadas en sesiones en las que se las apremiaba a contestar mediante diversos tratos crueles, propinándoles a la vez, toda clase de golpes, con el específico objeto de menoscabar su resistencia moral para acceder a la información que pudieran aportar en relación a militantes e infraestructura de las organizaciones o agrupaciones cuya eliminación se habían propuesto por entonces las Fuerzas Armadas y de Seguridad” según detalla el fallo de la Megacausa La Perla en el hecho nominado treinta y nueve.

Durante algún tiempo, se sospechó que Elba podría haber parido en cautiverio. Sin embargo, los aportes de los testigos que declararon en el juicio que comenzó en 2012 y finalizó en 2016, revelaron que Elba y María Inés estuvieron no más de treinta días en el centro clandestino de detención. Las dos jóvenes fueron sacadas de La Perla vendadas, maniatadas y amordazadas y fueron asesinadas en los terrenos del Ejército. Sus restos aún no han sido encontrados.

Alta Gracia sufrió en carne propia la voracidad de la última dictadura militar. Algunos vecinos de la ciudad, fueron secuestrados, torturados y asesinados. Además de los desaparecidos, hay numerosos testimonios de detenidos que sobrevivieron a los tormentos. No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo vivió Elba en la ciudad. Tampoco si su nacimiento en estas latitudes fue un hecho fortuito o si tenía familiares, amigos, una red de relaciones bordeando el tajamar. A pesar de la sentencia, la oscuridad aún nubla su historia. Gracias a la sentencia, hubo castigo a los responsables de su desaparición y muerte así como también se pudo conocer detalles de lo ocurrido.

En el juego de la memoria, la Megacausa de La Perla arroja luz sobre numerosos hechos. El extenso juicio aborda las desgracias de 416 personas que vivieron en carne propia el aspecto más macabro del Terrorismo de Estado. Sin embargo, a cinco años del veredicto, la partida no ha terminado y quedan muchas piezas por dar vuelta y descubrir qué contienen.