La normalidad es una norma

Opinión 11 de diciembre de 2020 Diario Sumario

¿Qué es ser normal? ¿Quiénes o qué determina si somos normales? ¿Acaso podemos pensarnos, y por consiguiente comportarnos, existir lejos de un establecimiento de la normalizado? ¿Existe algún hueco que no haya sido rellenado por la institución de la normalidad?

Lo normal, es una normativa dirigida por tanto tiempo por las pisadas de las instituciones y la sabiduría de los estatutos de verdad que fueron construyendo un mundo, ¿justo, injusto? ¿equitativo, bello, repugnante? Esa es mi propuesta filosófica, saber si el orden que construyo esta institución de la normalidad es justo o injusto, bello, repugnante, etc.

La institución de la normalidad irónicamente es el camino de la verdad, de la felicidad y de la seguridad de que nuestra existencia va a ser grata y gozada. Es una de las grandes banderas de la mentira, enarbolada con slogans como "el dinero te va a hacer feliz" "robar está mal" "quienes roben y maten son sujetos despreciables".

De ahí me nace la pregunta ¿Qué hacen con los anormales? Porque en un ordenamiento tenemos dicotomías, oposiciones, hegemonías, contrahegemonías. ¿Qué puede decir un sujeto normal de un sujeto anormal?  Jamás pude definir la anormalidad. El único comentario está absolutamente comprometido con la insensatez, es un comentario vacío, amargo, lleno de odio. Y eso señoras y señores, es el ejercicio del odio. Es como verse al espejo de otra forma, con otros rasgos o facetas. Tememos a lo diferente como santos humanos sujetados al miedo, al silencio. Formando parte de la cara de la normalidad, maltratamos al anormal. Atentamos contra lo humano. No soy yo el que peor la pasa, con nuestro invisibilizado racismo e intolerancia cabalgamos sobre las pieles y la carne de los anormales, que deben pagar con su cuerpo las injusticias de este ordenamiento.

Ahora analicemos un discurso que engaña y nos envuelve en las mentiras y que está muy presente en la sociedad argentina. Quienes roben y maten, ejemplo previamente marcado, son sujetos despreciables y anormales porque quién puede estar tan loco como para cometer estos viles actos que desordenan el sistema estructural, atentan contra la seguridad y contra la tranquilidad prometida por el orden. Excluyendo la demencia, y patologías violentas, existe una causalidad política y social frente a este desorden. Muchos de los que roban y matan son sujetos que no conocen nada más que la violencia, el hambre y la hostilidad en su jugo más efervescente. Ahora nos preguntemos ¿Son sujetos anormales? O son niños, jóvenes y adultos que necesitan comer, y que crecieron odiando una gran parte de la vida, y envidiando a aquellos “normales” que disfrutan de la "evolución de la especie".

Y aquí surge un planteamiento más edénico, el de saber si la especie ha caminado hacia adelante o si, como le parecía a Klages, en un momento dado agarró por una vía falsa[1].

Violencia, guerras, estereotipos, AUTODESTRUCCIÓN, ¿Evolución? Los progresos científicos no siempre son humanos. La ciencia no siempre satisface lo que nace del espíritu. No siempre nace del espíritu, del salvajismo del animal que razona. Además, es absurdo querer aprehender todo lo que nos constituye. Y este absurdo es “Saber es poder”. Saberlo todo, deformarlo, jerarquizarlo desigualmente. Repito la pregunta ¿Existe algún hueco que no haya sido rellenado por la institución de la normalidad? ¿Por las palabras? Las palabras son la herramienta de la explicación mas naturalizada, mas normalizada y es por ello que las palabras son también un instrumento para engañar. El uso más común y diabólica de la seducción. Todo lo que conozco está catalogado con un nombre (se llama de alguna manera), es como si las palabras sujetarán la realidad y la atiborrarán de verdad y de nombres. Y uno de estos catálogos son los anormales (los locos, les ladrones, les homosexuales, les negros) que padecen con su cuerpo la verdad moralmente normalizada.

¿Cómo actuar sin una actitud central previa, una aquiescencia a lo que creemos bueno y verdadero? El consentimiento es un término del que debemos desconfiar, es una palabra que hay que lavar y digerir con total atención antes de usarla, y digo esto por lo malintencionada que está sobre todo en los discursos de campaña política. Consentir, para mí significa aceptar, permitir con una reflexión previa que tal cosa actúe en mí, nosotros o en un lugar donde nosotros estemos involucrados.

Pero, aunque parezca sencilla la acción en cuestión, tiene muchos obstáculos y complicaciones que dificultan la operación. En primer lugar, está la capacidad de manipular la reflexión de otros a través de la persuasión y por otro lado están las ideas fatalmente incorporadas en la conciencia humana. La manipulación es ese arma que utilizan los chantas que son talentosos para persuadir. Y en segunda instancia, las ideas que están fatalmente incorporadas, es decir son aquellos aspectos que nosotros utilizamos, pero sin la capacidad de reconocerlos en nuestro consciente. Por eso es fatal, porque son aquellas ideas muertas, aquellas ideas que se estancan en un tiempo y nunca renacen. Aquellas ideas que se dan por sentadas y que muchas veces colaboran con la intolerancia, el odio y la violencia en el mundo.  Pienso en la imagen, que en muchos casos se convierte en una idea muerta. La imagen, “lo que se ve” intenta ser nombrada y explicada casi siempre de una o de otra forma o de muchas formas. Eso cosidifica y clasifica la realidad, porque impide que las cosas estén fuera de una clasificación y de un concepto. Y aquí esta lo que decíamos antes, la palabra y el concepto solidifica la realidad, atrapa los fenómenos en favor de la tranquilidad del hombre y la mujer. ¿Porque el hombre y la mujer no puede consentir la realidad como una agüita que se escurre entre los dedos, acaso no es estúpido intentar agarrar el agua? La realidad puede ser absurda y científicamente verdadera al mismo tiempo.

Sin ir mas lejos, el hombre es con lo que hicieron de él, ahora, ¿qué haremos nosotros, animales que piensan, por la gente que ignora el pensamiento, o aún peor, por esas personas oprimidas que ni siquiera tienen el permiso de filosofar?

 

[1] Rayuela, capitulo 28.

(*) Estudiante de sexto año del Colegio Anglo Americano. Este ensayo obtuvo el tercer puesto en las Olimpiadas de Filosofía de la República Argentina.

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