En otras manos

LA NOTA DEL DOMINGO.

Opinión 24 de octubre de 2021 Diario Sumario

El 9 de agosto de 1918, la escuadra aérea italiana "La Serenissima" cruza los Alpes para llevar adelante la primera gran acción propagandística durante la Gran Guerra. Los nueve aviones Ansaldo SVA lanzan desde el aire más de 400 mil folletos sobre la población civil de Viena, capital de Imperio Austro Húngaro, invitando a la rendición y haciendo notar que se habían arrojado papeles, en lugar de bombas. La acción fue planeada y comandada por Gabriele D'Annunzio, novelista, poeta, dramaturgo, periodista, militar y político, considerado uno de los precursores del fascismo italiano. Adscripto a la masonería y fuertemente influenciado por el pensamiento de Friedrich Nietzsche,  el estilo de D'Annunzio resultó inspirador tanto para Benito Mussolini como para Adolf Hitler.

Aquella hazaña también fue inspiradora para el inmigrante Antonino Mastellone, quien junto a su esposa Teresa Aiello, fundan en General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, la primera fábrica de queso mozzarella, ricotta y queso provolone, productos desconocidos en Arqentina. Se estableció el 29 de octubre de 1927 -día en que se celebró la boda entre Aontonio y Teresa- como fecha de nacimiento de "La Serenísima", cuyo logotipo contiene los colores verde, blanco y rojo de la bandera italiana.

 

Once años después, las cooperativas de tamberos de la zona limítrofe entre Santa Fe y Córdoba se unen en una cooperativa de segundo grado para darle batalla a La Serenísima. Así nació SanCor -su nombre es un acrónimo que proviene de las tres primeras letras de las dos provincias, y su isotipo tiene colores celeste, azul y blanco. Aunque con base en la santafesina ciudad de Sunchales, la instalación en la cordobesa Brickman de la primera fábrica de una manteca con altísimos estándares de calidad internacional, y la producción de dulce de leche, fueron las claves de un crecimiento que se sostendrá durante décadas.

Inauguración de la planta de SanCor en Sunchales, Santa Fe.

Medio siglo antes al nacimiento de La Serenísima, Karl Marx describe -en 1867- la dinámica entre la ley general de acumulación de capital y la ley del valor (El Capital, Sección VII). Allí plantea que el desarrollo del capitalismo y sus crisis conducen al monopolio de ramas económicas estratégicas. El proceso de centralización y concentración de capitales es inexorable y luego de cada crisis quedan cada vez menos y más potentes empresas que gestionan inmensas fuerzas productivas. Al menos en economías periféricas o emergentes, como la argentina, este fenómeno parece confirmarse acabadamente.

La imposición de precios máximos decidida la semana pasada por el gobierno nacional no sólo deja al desnudo la puja por la distribución del ingreso, sino que expuso con crudeza el altísimo nivel de concentración económica: La Serenísima y SanCor ya no compiten, sino que la primera fue absorbiendo la porción mayoritaria del paquete accionario de la segunda y controla el 90% del mercado lácteo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba) y el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba). Pero, además, ni una es la empresa familiar hecha grande por Pascual Mastellone, uno de los hijos de Antonino y Teresa, ni la otra mantiene su formato cooperativo: a la concentración le siguió el proceso de extranjerización, por lo que la producción láctea argentina está en manos de Dadone, la multinacional con mayoría de capitales franceses. En Mastellone Hnos SA, hoy la familia conserva una porción accionaria, pero sin que ninguno de sus miembros ocupe cargos directivos

Situaciones similares se dan prácticamente en todos los rubros:

  • Aceites: 3 empresas concentran el 90,5% de la facturación y el 90,6% del volumen. AGD, Molinos Cañuelas y Molinos Rio de la Plata.
  • Gaseosas: 2 empresas concentran el 98,3% (Pepsico y Coca Cola), en volumen, el 97%.
  • Aguas y aguas saborizadas: 3 empresas concentran el 89,6% de la facturación (ADA, Coca Cola y Pepsico).
  • Azúcar: 3 empresas concentran el 85% de la facturación: Ingenio El Tabacal, Ledesma y Valpafe (y 8% empresas de supermercados). Volumen: 81% entre las tres.
  • Caldos: el 90,6% es solo Unilever, que es multinacional. 
  • Cerveza: 1 empresa concentra el 78% de la facturación: Cerveceria Quilmes y junto a CCU Argentina suman el 98,2%.
  • Jugos en polvo: 2 empresas, Arcor y Mondelez, que tienen el 100%.
  • Mayonesa: solo 2 empresas concentran el 97.8% de las ventas, Aceitera General Deheza y Unilever.
  • Mermeladas: Arcor posee el 70,7% de las ventas en mermeladas.
  • Embutidos: Swift tiene el 83% de las ventas, y el 17% restante son los supermercados. 
  • Fideos: Molinos Río de la Plata tiene el 79,4% con 5 marcas: Manera, Mattarazzo, Luchetti, Don Vicente y Favorita.
  • Harinas: Molinos Río de la Plata y Molinos Cañuelas tienen el 82,1%.
  • Cremas dentales: Colgate Palmolive concentra el 84,7% de las ventas.
  • Desodorantes: Unilever tiene el 84,5%.
  • Jabón en polvo y para manos: el 82,7% del volumen es de Unilever.
  • Pañales: 2 empresas venden el 95.6% de los pañales, Kimberley Clark y Procter and Gamble.
  • Repelentes: 90% Johnson & Johnson.

Es decir, casi el total de la industria alimenticia de Argentina, está en manos de apenas 14 empresas, casi todas fuertemente extranjerizadas.

En el último mes y medio, el incremento sostenido de precios de los alimentos no obedeció a razones de costos. Aumentaron con una cotización estable del dólar, sin incrementos de combustibles ni otros factores que pudieran incidir en la cadena de valor.

Los esfuerzos del Secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti -cuya voluntad política quedó claramente expresada con la resolución que congela los precios a principios de la semana pasada- carece de las herramientas de control que garantice su cumplimiento. No cuenta con la estructura necesaria para inspeccionar, ni lo acompañan gobernadores e intendentes, como reflejó Sumario Noticias en un relevamiento realizado el pasado viernes en Alta Gracia, ejemplo que se repite en casi toda la geografía nacional.

El congelamiento de precios ha demostrado ser una medida eficaz, como lo señaló la economista Graciela Treber, aunque no se trate de una herramienta permanente.

Menos que menos, puede ser la base de una política de desarrollo nacional. Sin un fuerte apoyo a las cooperativas y pymes productivas existentes y el decidido impulso estatal a la promoción de nuevas pequeñas empresas locales, se cae en un círculo vicioso.

En toda la zona de Alta Gracia, Valle de Paravachasca y buena parte del departamento Santa María, existen las condiciones objetivas para favorecer el crecimiento de industrias alimentarias locales, que en pocos años lograrían la autosustentabilidad solamente abasteciendo al mercado regional.

Se trata, ni más ni menos, de contar con la voluntad política de poner la producción de alimentos en manos propias.

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