El lado B de la recuperación patrimonial

La nota del día

Opinión 28 de enero de 2022 Diario Sumario

(Sumario Noticias) Vemos con alegría el inicio de las obras de mantenimiento del Obraje y empezamos a imaginar a ese  centenario edificio volviendo a la vida. Pero ¿qué pasa con los otros espacios como la acequia que alimenta el Tajamar y el Molino?. Los yuyos y el abandono son los protagonistas.

La ciudad de Alta Gracia tiene una riqueza patrimonial que muy pocas ciudades del país pueden presumir: Iglesia y Estancia de la Iglesia de la Compañía de Jesús y todo su sistema de acequias y producción textil, además del Tajamar, sus molinos de cal (atrás del primer Paredón), el pasado marcado a fuego por el Ferrocarril y la industria que se generó a su alrededor, el paso de personalidades de la talla de Ernesto “Che” Guevara, Manuel de Falla, entre otros.

El producto turístico que más “vende” la ciudad del Tajamar es precisamente su historia y su patrimonio.

Sin embargo, llama la atención que el Ejecutivo Municipal no considere como imprescindible, un área de Patrimonio que tenga, incluso, la jerarquía de una Secretaría. Ni hablar de personas capacitadas en tal función que en esta ciudad sobran y tienen una reconocida profesionalización en estas cuestiones.

LAS MIRADAS EN EL OBRAJE

Tanto el edificio del Obraje como la Iglesia Jesuítica y el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers, están en la órbita del clero y son los sacerdotes los autorizados  de llevar adelante las gestiones necesarias – ante todos los organismos que correspondan- las refacciones, modificaciones y/o sugerencias que se hagan en torno a éstos edificios.  Por su parte, el Museo Nacional está gestionado por el Ministerio de Cultura de la Nación. Este emplazamiento fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO hace 22 años.

Por estas horas, vemos con emoción cómo va tomando forma un proyecto de conservación patrimonial que se está llevando a cabo en lo que fue el área de confección textil sobre calle Nieto.

A finales del año pasado, se firmó un acuerdo en donde la Municipalidad de Alta Gracia se comprometía a realizar un aporte económico de cinco millones de pesos para lograr la puesta en valor del edificio.

Las tareas las lleva a cabo la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, con el asesoramiento técnico, aprobación y supervisión de los organismos gubernamentales correspondientes a su rango patrimonial y de acuerdo a las tareas que se realicen. 

Entre las distintas intervenciones de conservación y rehabilitación a realizarse se encuentran: actualización integral de la instalación eléctrica del edificio y provisión de equipos para control de humedad ascendente, arreglos de cubiertas y desagües pluviales, recuperación de espacios interiores a partir del tratamiento de sus paredes

Y las miradas están especialmente puestas en esta obra ya que es la primera que se realiza tras el desastre patrimonial que llevó al ex párraco de la Iglesia de la Mercerd, Marcelo Siderides, al banquillo de los acusados en la justicia federal.

QUÉ PASA CON EL MOLINO Y LAS ACEQUIAS

Un recorrido en los últimos días por ambos espacios sólo los yuyos altos son los protagonistas de estos restos que también corresponden al entramado de la producción que tenía la Estancia Jesuítica de Alta Gracia.

Así se ve hoy la desembocadura de la acequia en el predio del Banco Nación

Consultando sobre los mismos a diferentes personas que están involucradas en el área patrimonial y que prefirieron resguardar su identidad, contaron a esta cronista que no hay un “plan” claro para su conservación y puesta en valor.

Tanto el Molino que se encuentra en la calle homónima como la desembocadura de la acequia que alimenta el Tajamar actualmente están en la órbita del Municipio y de un privado que sería el Banco Nación.

“Cuando hay tantas manos en un plato, es muy fácil que se llegue a conclusiones certeras sobre la conservación”, dijo una de las fuentes consultadas.

Por otro lado, una de las impulsoras más férreas del sistema hídrico del conjunto jesuítico, la artista plástica Hilda Zagaglia, logró poner en agenda la importancia de las acequias las que atraviesan, literalmente los cimientos de la ciudad.

En diciembre del 2020 se llevó al Concejo Deliberante un proyecto a través del cual se establecía  en su articulado el definir "bien de interés el recorrido subterráneo en el plano urbano que recorre la Acequia desde su nacimiento hasta la desembocadura en el lago artificial Tajamar";  "realícese la ficha de registro de bienes patrimoniales, cartelería y señalética informativa correspondiente a lo largo de todo el paseo con recorrido subterráneo desde la unión de los dos arroyos (Alta Gracia y Chiacamtoltina) hasta la desembocadura en el lago artificial Tajamar”, nada de esto ocurrió.

Sector de El Molino jesuítico.

Como tampoco surtió mucho efecto la declaratoria de patrimonio cultural de la ciudad el descubrimiento de las ruinas de esa desembocadura de la acequia que fue aprobado por unanimidad por el Concejo en el año 2019.

Por otra parte, el Molino es una estructura diseñada en el siglo XVII que se utilizaba para obtener harina a través de un sistema impulsado por el agua del Tajamar.  

El predio del Molino fue donado a la Municipalidad de Alta Gracia, luego de ser protegido por la Asociación Amigos del Museo. Lo único que se pudo ver como resguardo, fue la colocación r un techo de chapa y la limpieza de algunos desagües a fin de evitar el deterioro que generan las lluvias.

Ante la consulta sobre estos espacios y el trabajo desde el municipio al actual Secretario de Gestión Pública, Cultura y Turismo, Pablo Soler – al cierre de esta nota- no se pudo conseguir su declaración.

LO QUE VIENE

Finalmente una de las preocupaciones en donde se está poniendo alguna atención es en el muro de contención del Tajamar sobre calle El Molino. Allí, los árboles y la vegetación que crece entre las piedras están provocando un desequilibrio que – tarde o temprano- deberá ponerse especial cuidado.

En definitiva, la ciudad del Tajamar que año tras año  “vende” su patrimonio histórico y cultural, aún no puede terminar de diseñar un sistema de interpretación y por ende, de presupuesto y jerarquía, de todos los espacios que dependen  de su órbita. Es muy positivo, por otra parte, que los gobiernos locales acompañen la recuperación de espacios que no son, ni más ni menos, que la esencia constitutiva de la identidad de los pueblos. 

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