Crónica de una pandemia librada a la responsabilidad individual

Es un amanecer frío en una ciudad del interior de Córdoba. La fiaca y el cansancio del lunes golpean a Patricia* con más intensidad que de costumbre. Se levanta en un departamento helado y comienza a toser. Le duele un poco el cuerpo. La combinación de síntomas la alerta de inmediato. Trabaja en un hospital y sabe de memoria lo que puede significar. Sus manos sostienen el teléfono y avisa la situación. Le ordenan que se quede en su casa y que realice un hisopado al día siguiente. Cumple con lo ordenado, vuelve a acostarse, descansa un poco y el martes se somete a los testeos. El resultado arroja negativo y llega la tranquilidad. La tos, el cansancio y el dolor de cuerpo duran dos días más. Los síntomas desaparecen y el jueves le dicen que debe regresar a trabajar.

La cotidianeidad de la jornada laboral. Suspira mientras intenta buscarle una solución a cada uno de los problemas que llegan hacia ella. La labor en un centro de salud covid es ajetreada, pero está bajo control. Ha salido airosa de un vals continuo esquivando camillas de los pasillos y atendiendo a más personas de las que podía. Le ha tocado en suerte -o en desgracia- nacer, trabajar y vivir en Córdoba, la provincia donde los casos de coronavirus bajan con más lentitud. En junio, los números de contagios diarios de ese distrito “competían” con los de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ambas jurisdicciones tienen unos tres millones de habitantes, aunque la densidad poblacional de uno y otro lugar es realmente distinta. Los números de Córdoba deberían ser notoriamente inferiores.

El viernes, Patricia se siente perfectamente y viaja a Alta Gracia. Aprovechará el fin de semana para visitar a su familia. Está contenta, hace meses que no ve a ningún pariente. La furia de la segunda ola del coronavirus covid-19 la hicieron tomar recaudos. No estuvo en junio para el día del padre para no exponer a sus seres queridos; el colapso sanitario de ese mes la hicieron quedarse encerrada bastante: de casa al trabajo y del trabajo a la casa. No arriesgar a nadie. Cuidar. Agosto llega como un alivio, una brisa de aire fresco que permite soñar con la vida normal. En octubre vendrá una ola peor, repiten algunas voces en el hospital, anticipando una tragedia en ciernes. Parece que el momento de ver a la familia es este. Padres y hermana con dos dosis de AstraZeneca y ella agradece el impulso que ha tomado la campaña de vacunación en los últimos meses. De lo contrario, no se plantearía verlos. Pero tiene un resultado negativo, se siente bien y todos tienen protección contra el virus.

Como un fantasma que amenaza arruinar la tranquilidad conseguida, aparece la variante Delta. Mayor poder de contagio, incertidumbre acerca de la transmisión comunitaria o no en la Provincia. Los portales de noticias advierten sobre la cantidad de personas aisladas a causa de un viajero de Perú que no respetó el aislamiento indicado. Las cifras se multiplican. Dean Funes, un pueblo del norte provincial, adquiere una gran notoriedad por un brote de esa cepa sin contacto con viajeros. La tercera ola empieza a golpear a la puerta.

Pizzas en familia y cervezas el viernes a la noche. Caminata por las sierras el sábado. Almuerzo el domingo. Demasiado pronto llega el lunes, se despide de su familia y vuelve a su casa. Patricia sonríe en el colectivo de regreso a su ciudad. Ha pasado un hermoso fin de semana largo.

Las cifras de contagios diarios de Córdoba no alcanzan las de la Provincia de Buenos Aires… pero tampoco están muy lejos. La enorme diferencia entre tres y catorce millones de habitantes convierte a la provincia mediterránea en la primera de la lista de casos teniendo en cuenta la población. Los informes del Ministerio de Salud cantan alegremente que hay poca ocupación de camas críticas. Mientras haya lugar donde internarse, enfermarse no parece importar. Y Patricia sabe que, si no queda lugar, agregarán camas donde sea. Más pacientes por cada profesional. En Siempre Radio 93.3, Roberto Ares, delegado de la UTS del Hospital Arturo Illia explica su rechazo a la propuesta salarial de la Provincia y denuncia que en el centro de salud hay un solo profesional en cada servicio. "En el Hospital Illia tenemos personal único en todos los servicios. Hay compañeros con covid, otros internados, hay quienes han fallecido y quienes renunciaron. No podemos hacer paro porque el único perjudicado es la persona enferma. Pero pedimos al Gobierno que ponga más médicos y enfermeros para poder atender las demandas de la población" reclamó Ares.

La normalidad de la jornada de trabajo del martes no se ve alterada por nada. Pero sí la del miércoles. Un mensaje de texto le avisa a Patricia que el resultado de la PCR realizada la semana anterior era positivo. Le habían dicho que la prueba había sido negativa. Eso la tranquilizó… ¡Si hasta le hicieron regresar al trabajo! Nunca le ordenaron aislamiento, de ser así, lo hubiera cumplido a rajatabla. Alarmada, avisa a todos sus contactos. Quienes estuvieron con ella deben aislarse, tienen que estar informados. Le dijeron que la llamarán desde el COE para pedirle los contactos estrechos. Rememora lo hecho el fin de semana y arma una pequeña lista de nombres y apellidos.

En Alta Gracia, los casos comienzan a aumentar levemente. Entre el lunes y el martes, murieron tres pacientes con covid-19. El miércoles, la ciudad registró la cifra de positivos más alta en una quincena. El jueves, se llegó a los 10 mil casos acumulados desde el inicio de la pandemia. Es momento de estar alerta y extremar los cuidados.

El teléfono de Patricia vuelve a sonar, pero no es del COE. Son las 11 del miércoles y su hermana Ana entra a trabajar a las 13:30. Necesita un certificado del aislamiento para justificar la inasistencia. Entonces, llama al 0800 del COE. Le dicen que Ana no tendrá certificado por contacto estrecho. Deberá presentar el positivo de Patricia. La mujer avisa informalmente que no irá a trabajar ese día y espera el llamado de la Municipalidad de Alta Gracia. Supone que ya cruzarán los datos con la Provincia, Patricia hizo la denuncia de los contactos estrechos en Ciudadano Digital, así que ya la llamarán. A la tarde, nadie la contacta. Tiene un poco de tos, pero se siente bien. Igual, necesita justificar su ausencia al trabajo. Escribe un mensaje a la Oficina de Seguimiento Epidemiológico, preguntando qué tiene que hacer.

“Somos la provincia que más testea. A los que nos dicen «todavía siguen teniendo casos», les decimos . La provincia sigue teniendo casos porque los sale a buscar, es una política de la provincia, del señor Gobernador que nos dio la orden de que se testee porque es la única manera evitar casos graves” enfatizó el pasado martes 18, durante la entrega de un nuevo ecógrafo en el Hospital Arturo Illia, el viceministro de Salud Pablo Carvajal. Testeos por doquier como explicación de la gran cantidad de casos. A Ana, eso no le consta. El jueves ya es el segundo día que espera que alguien la registre como contacto estrecho, le den un turno para testearse y una justificación para sus inasistencias al trabajo. No quiere faltar, pero sabe que es su responsabilidad quedarse en casa y cuidar a los demás. Recién el jueves por la siesta, suena el teléfono de Ana. Le dan un turno para hisoparse y el certificado de aislamiento para presentar en el trabajo. Deberá aislarse durante los diez días posteriores al último contacto con su hermana. No le preguntan con quién vive, si alguien más en la casa ha visto a Patricia, si se aísla del resto de su familia a o no… Vive en pareja, ambos han visto a Patricia así que los dos se aíslan. Él no necesita certificado, hace teletrabajo, de manera que no se preocupa por eso. Es uno más de los contactos estrechos sin registro. De hecho, a nivel formal, pareciera que Patricia solo vio a Ana.

La tarde del jueves, Ana habla por teléfono con su hermana. A ella le dijeron que, como no tuvo seguimiento de la enfermedad, considerarán el jueves como primer día de covid positivo. Tendrá que aislarse durante 14 días a partir de esa fecha. “Me mandan a trabajar enferma y me hacen quedar cuando me curé”, protesta la profesional de la salud, que ha quedado presa de una absurda burocracia. Mientras ella cumple el aislamiento, a su compañera de departamento la envían a trabajar. Le remarcaron que cumpla con los protocolos, pero que vaya a la oficina.

Un sistema de salud desgastado después de un año y medio de pandemia. Una plataforma informática que presenta deficiencias a la hora de cruzar datos de casos de diferentes localidades. Un discurso de cuidado mezclado con exigencias de asistencia a lugares de trabajo y amenazas de descuentos o despidos. En definitiva, un cóctel que impulsa a que la prevención y el freno a la propagación del coronavirus sea una cuestión de responsabilidad individual y no una política de estado concreta.

 

 

*Los nombres de las protagonistas han sido modificados para preservar el derecho a confidencialidad de los pacientes. Sin embargo, las situaciones descriptas son reales.