Las evaluaciones Aprender 2016 constan de pruebas estructuradas, de opciones múltiples, idénticas para todas las escuelas del país. Es la misma evaluación para escuelas públicas, privadas, rurales, urbanas, con alumnos integrados, sin ellos, con estudiantes que trabajan, con alumnas embarazadas, madres, padres, adultos y demás situaciones diversas. La evaluación Aprender 2016 parte de la premisa –difícil de sostener- de que todas las escuelas del país tienen las mismas condiciones para enseñar y todos los estudiantes las mismas condiciones para aprender. 

En la actualidad, la atención a la diversidad dentro del ámbito educativo implica la necesidad de incorporar una evaluación con una mirada sobre los procesos de aprendizaje y no sobre los resultados, más allá de las dificultades de llevar esta idea a la práctica con la organización y formatos escolares vigentes. Sin embargo, ante la realidad diversa y cambiante de las diferentes escuelas, se ha incorporado en los últimos años la noción de autoevaluación institucional, dándole la posibilidad a los diferentes centros educativos de mirarse y evaluar sus propios proyectos planteando necesidades y logros específicos.

En el nivel primario, se evalúan nociones de lengua y matemáticas y en el nivel secundario, además ciencias sociales y naturales. Conocimientos que se consideran básicos desde el discurso dominante del sentido común. El formato de opciones múltiples no permite desarrollar una idea, ni polemizar o problematizar una situación. En algunos casos, responden más a la astucia que a la reflexión.

Un punto clave del debate educativo es sobre el qué enseñar y, por lo tanto, qué evaluar. Estas decisiones que implican selección de conocimientos y saberes son acciones de políticas públicas, específicamente educativas, en relación con un proyecto de país y una concepción de Estado. La enseñanza de valores se muestra como imprescindible en la sociedad actual, este tópico ya no queda como facultad exclusiva de la familia, al igual que la educación sexual integral. Lo que pasa en las escuelas es mucho más de lo que pasa en las clases, y las responsabilidades no responden linealmente al ámbito del aula, los discursos simplistas que culpabilizan al docente o a los estudiantes, tapan la complejidad de lo que ocurre en las escuelas.

Desde el punto de vista objetivo, no se evalúan las condiciones de infraestructura en las que se encuentran las escuelas, las dificultades en la organización administrativa que muchas veces implica el paso de un tiempo extenso antes de cubrir una vacante docente, la interrupción durante este año de proyectos socioeducativos. Tampoco son tenidas en cuenta las dificultades para trabajar con material audiovisual en gran parte de las instituciones públicas, ni los trámites engorrosos para realizar un viaje educativo.  A los estudiantes no se les evalúa su creatividad en trabajos artísticos o literarios, su capacidad de reflexión crítica frente a los sucesos sociales ni con respecto al vínculo del hombre con la naturaleza. Tampoco se evalúa la facultad de plantearse problemas de tipo filosóficos o de investigación científica. Quedan también fuera de esta prueba los debates sobre la perspectiva de género, la problematización de los vínculos violentos y la revalorización del diálogo y de la vigencia de los derechos humanos, entre otros temas.

Diferentes planteos pedagógicos antiliberales y humanitarios que miran a la educación como un vehículo de transformación social critican fuertemente el carácter normalizador y de control de este tipo de evaluaciones. En Latinoamérica, un emblema en este sentido son las ideas del brasileño Paulo Freire, quien acentúa el análisis sobre el carácter opresor de los sistemas educativos tradicionales y revaloriza el diálogo en la relación pedagógica. En este marco ideológico, una auto-evaluación institucional bien podría aportar elementos para mantener un diálogo con los actores educativos y atender a las necesidades de cada lugar con el fin  de lograr mayor inclusión y sujetos reflexivos, creativos y con actitud crítica que puedan desempeñarse de manera activa en diferentes ámbitos de la sociedad actual y con capacidad para transformarla.

 

En el contexto político actual, con un fuerte recorte al presupuesto educativo, suspensión o reducción de los proyectos socioeducativos que reforzaban el derecho que tienen todos los sujetos a educarse y un discurso en boca del Ministro de Educación y Deportes de la Nación que desacredita a la educación pública y humilla la labor de los trabajadores de la educación es que se puede presuponer que los resultados de estas evaluaciones serán utilizados como una forma de control a los protagonistas del proceso educativo y quizás como justificación para continuar con políticas de vaciamiento de la educación pública. Lejos de las ideas de la pedagogía para la liberación, Esteban Bullrich parece basarse en la premisa liberal de una educación diferenciada: privada para formar gerentes y pública para el empleo mal remunerado y, de esta manera, cubrir las necesidades de los empresarios.