Tras el acto por el Bicentenario de la Declaración de la Independencia, donde el presidente Mauricio Macri hizo referencia a la angustia que -según su versión de la historia- tendrían los congresistas de 1816, llovieron por las redes sociales diferentes bromas, algunas de ellas muy cómicas, sobre los sentires de diferentes próceres en momentos cruciales de la historia argentina.

Es lamentable y preocupante que el Presidente ponga de relieve una vez más su visión sesgada e ignorante sobre nuestra historia, en un momento tan importante para la patria como el acto del Bicentenario de la Declaración de la Independencia.

Realzar el estado de ánimo, "la angustia” que sólo Macri supone que tenían los congresistas, implica negar en su discurso el significado del proceso histórico que posibilitó la firma de la Declaración de la Independencia y desvalorizar el legado del pasado en el presente y el valor hacia el futuro que este hito histórico implica. Además de ser una banalización, es una forma de entender los hechos políticos como sacrificios personales y no como proyectos colectivos de construcción social. Este es un pensamiento netamente liberal que desconoce la formación de un proyecto de país como el resultado de disputas de poder y pretende analizarlo como una suma de voluntades individuales. E incluso, desde este análisis de subjetividades, no menciona a ninguno de los que dieron su vida para construir una patria independiente.

En este mismo discurso,  Macri critica las conquistas laborales logradas por la lucha de los trabajadores  y defiende –preanunciando una medida en política educativa-  la evaluación a los docentes. Utilizando aquí también un análisis superficial de la realidad, desconoce o niega las condiciones laborales de los trabajadores de la educación y las dificultades que se deben enfrentar todos los días en las instituciones educativas. Acerca de estas y otras variables, no dijo absolutamente nada, como si los problemas en el ámbito educativo se solucionaran presionando y disciplinando a los docentes. Aquí, también pone el acento en voluntades individuales.

Las bromas y risas brotaron con mayor facilidad todavía cuando el Presidente, mencionó en las redes sociales que estaba "agotado” y no podía confirmar su presencia en el resto de los eventos programados por el Bicentenario. En ningún discurso de personalidades políticas, sea de la índole que sea, de transcendencia histórica o contemporáneo, se hace referencia al estado de ánimo personal que acompaña diferentes decisiones políticas. Resaltar estas cuestiones, en lugar de presentarlos el rostro humano de los protagonistas –tal la intención de este relato oficial- persigue borrar un proceso histórico determinado, de las luchas de poderes que se disputaron, del proyecto político en juego y sus consecuencias.

Detrás de esta supuesta torpeza se esconde la intencionalidad de naturalizar los hechos sociales como cuestiones personales y no como procesos históricos y políticos de construcción colectiva.

En una aparente simplificación del análisis, lo que se pretende es crear un sustento social favorable para continuar con las políticas de restricción de derechos.  Detrás de lo absurdo y la sencillez del relato oficial, lo que se esconde es una intencionalidad política de manipulación cultural.