Por Susana Salas “Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde -No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo”. En una ciudad de unos 46 mil habitantes, una familia mira un noticiero capitalino mientras cena. “Violento asalto en el Cerro de las Rosas, una persona muerta y otra herida”, relata el conductor del programa. “Ayer en Barrio Sur, a la vecina de una amiga, le entraron al patio y le sacaron una garrafa”, apunta una de las hijas. Preocupada, la madre se levanta de la silla y corre a ver si están bien cerradas las puertas y las ventanas. “Está ladrando raro ese perro che, encendé las luces del fondo”, reclama el padre. “Yo no salgo a comprar nada a esta hora, mirá si asaltan el kiosquito”, apura el hijo menor. Más inquieto aún, el abuelo sugiere poner una alarma y contratar un guardia privado para la cuadra. El primer texto pertenece a un cuento de Gabriel García Márquez titulado “Algo muy grave va a suceder en este pueblo” que finaliza con un éxodo masivo de la población aterrada tras el rumor inicial. El segundo refleja una de las tantas escenas que se reproducen cada día en Alta Gracia, ciudad donde, esperando también que algo grave suceda, sigue creciendo la venta de rejas, la adquisición de perros guardianes, la instalación de alarmas y la contratación de servicios privados para seguridad. “Ésta es una ciudad tranquila, me sorprendió eso cuando llegué acá en abril. Yo no digo que aquí no pase nada; pero estamos dentro de los índices normales de delitos que puede haber en un lugar donde vive tanta gente, no se puede hablar de picos de hechos graves como los que ocurren en otros lugares. Alta Gracia es mucho más segura que Carlos Paz, por ejemplo” dijo a Nuevo Sumario José Nazeta, Jefe de la Departamental Santa María. Si bien es innegable el crecimiento de robos, el último homicidio en Alta Gracia data de varios años atrás. En el mismo período, la ciudad a orillas de lago San Roque –con una similar cantidad de población- ha sido sacudida incluso por crímenes mafiosos. El funcionario policial aclaró que hay que tomar precauciones para evitar problemas y a su vez agregó: “Desde que está la (Policía) Caminera se ha venido a cero el robo calificado, ya que no ingresan delincuentes desde Córdoba… lo que pasa también es que la gente está bombardeada por lo que lee, lo que escucha y lo que ve”, señaló. Algo grave va a suceder… “La demanda de rejas es sostenida porque la gente tiene miedo de que le entren a la casa”, dijeron al diario desde la herrería Parissi, en tanto desde Capsias comentaron que la gente pregunta más por rejas que el años pasado, aunque no pueda comprarlas, e incluso “hace arreglar he-rrería vieja”. “Se están pidiendo perros guardianes, sobre todo ovejeros alemanes y rottweiler” admitieron desde una veterinaria de la ciudad. “Hay bastante más demanda de perros para cuidar la casa que el año pasado”, afirmó otro profesional. Una mirada por algunos barrios de la ciudad dejará claro que hay más de una decena de guardias privados recorriendo la zona o apostados en determinadas esquinas. Si notan un aparente merodeo, muchos lo denuncian por miedo. Y por miedo se evitan asimismo otras denuncias. Presa del miedo, la población convierte la prevención en obsesión. “Se multiplican los asustados, y los asustados pueden ser más peligrosos que el peligro que los asusta” asegura el escritor Eduardo Galeano. ¿A quién le conviene? En su célebre “Bowling for Columbine” (EE.UU. 2002), el documentalista Michael Moore plantea el modo que el miedo -instalado desde los grandes me-dios de comunicación en el conjunto de la sociedad norteamericana- sirve para justificar la agresiva política exterior del imperio. Más lejos llegó el presidente George W. Bush al acuñar la teoría de seguridad basada en el “te ataco por las dudas”. En estas latitudes, el miedo alimentó las opciones políticas más conservadoras y de la derecha recalcitrante. Metiendo miedo logró ser reelecto Carlos Menem y metiendo miedo llegaron a ocupar espacios de gobierno Aldo Rico y el represor Luis Patti. Perros, alarmas, rejas y guardias, todo parido por el miedo que crece y espera detrás de los mostradores. Es el miedo el que compra. Es el miedo el que vende. Cegados por ese mismo miedo, son muchos los que no ven lo que la exclusión y la pobreza están gestando por las orillas olvidadas de las ciudades enrejadas. Son los mismos que pedirán mañana la cárcel y aún la pena de muerte para aquellos que hoy les resultan invisibles.