A media mañana de sábado 11 de abril, Marcos ofreció pan casero en un grupo de vecinos de Barrio Valle de Alta Gracia, en Anisacate. Casi tres horas después, consultó en el mismo grupo una vía alternativa de ingreso a Alta Gracia eludiendo los retenes de seguridad que desde el pasado viernes aíslan a la ciudad del tajamar.

Varios de sus vecinos le recriminaron que quisiera ingresar a la ahora ciudad prohibida. En algún caso hasta se lo reclamaron airadamente, sin preguntarle sus razones.

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Técnico en fibra óptica, Marcos tiene 31 años y tres hijos de 12, 3 y 1. El pasado 23 de febrero le bajaron el contrato en la empresa de telecomunicaciones en que prestaba servicios. Por su condición de contratado, no pudo acceder a los tres mil pesos por hijo correspondientes a las asignaciones familiares. Tampoco lo indemnizaron. Ser propietario de un vehículo modelo 2013, impidió que sus hijos recibieran los bolsones del Paicor. Empezó a hacer pan para vender y asegurarles un plato de comida a sus hijos.

“No me puedo quedar de brazos cruzados y dejar que mis hijos pasen hambre. Sepan disculparme, pero no tengo alternativa”, les respondió a quienes cuestionaban su intención de ingresar a Alta Gracia para comprar harina y pañales, aunque finalmente decidió no ir.

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La explicación -innecesaria, por cierto- provocó la exposición de historias similares de muchas personas: “Te entiendo, hermano. Trabajo en forma independiente y hace un mes que no cobro un peso”, le respondió con apoyo otro vecino.

El episodio activó la solidaridad: un vecino que impulsa la creación del centro vecinal le facilitó los números de teléfono de los responsables de acción social en Anisacate; varios se ofrecieron a cocinar para brindar alimentación a quienes no la tienen asegurada, se inició una colecta de ropa de abrigo y cada cual ofreció lo que pudo.

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El virtual sitio de Alta Gracia no sólo le impide a los habitantes de Anisacate y comunas vecinas ir a trabajar. También los imposibilita de acceder a los supermercados, incluso a pequeños comerciantes que se abastecen en las grandes superficies mayoristas. Tampoco pueden acceder a los cajeros automáticos, y muy pocos de los pequeños comercios aceptan pagos mediante tarjetas de crédito. Las autoridades locales trabajan en la búsqueda de alternativas, pero las urgencias corren a mayor velocidad que las soluciones.