Las otras víctimas del femicidio de Silvia Maddalena
Sociedad
Por Consuelo Cabral
Especial para Sumario
La tarde noche del viernes 18 de mayo pasado, cuando fue violada y asesinada en Alta Gracia, Silvia Maddalena, otras dos vidas también se vieron truncadas. Ese día, Héctor Abel Gómez (26) mató a la joven odontóloga enuna zona céntrica de la ciudad, en un femicidio que conmovió a todo el país. Pero además, dejó por la mitad, abandonada y sin ayuda de ningún tipo a su pareja de entonces y al bebé de un año y medio que tienen juntos.
Sin apoyo psicológico, sin trabajo, sin recursos económicos, en estado de shock, así quedó Micaela Manzo (21) tras la detención del padre de su hijo y su novio durante siete años. Fue Micaela -quien tras descubrir en un cajón de madera que había en el patio de su casa el celular de Silvia Maddalena (37) y un pendrive- denunció a su pareja. Sin embargo, no hay ayuda para la esposa de alguien que asesina y abusa de otra persona: "Aunque lo haya denunciado, aunque ni yo ni mi hijo hayamos tenido nada que ver, me siento culpable. Yo lo apoyé siempre a Héctor, lo ayudé en todo, lo cuidé, buscamos a nuestro bebé durante cinco años y lo tuvimos para darle lo mejor. Y, después viene y hace esto. Todavía no lo puedo creer. A mí me da mucha vergüenza lo que pasó y no me animo a pedir ayuda, pero tampoco nadie se acercó a ofrecerme nada. Un ayudante del fiscal (por Alejandro Peralta Otonello, a cargo del caso) me dijo que le avisara si mi hijo y yo necesitábamos algo”, cuenta Micaela a Sumario.
Es la primera vez que se anima a hablar y la charla transcurre en la casa que antes del femicidio de Maddalena, compartía con Héctor Gómez (imputado y detenido por abuso sexual, femicidio y robo), el bebé de ambos, Eduardo Gómez (hermano de Héctor y actualmente detenido por encubrimiento agravado) y María Gómez, también hermana de su pareja.
"Esta casa la construimos juntos. Nosotros vinimos de Rosario porque mis papás habían comprado un terrenito acá y nos dijeron que nos daban un pedazo. Entonces hace como un año y medio que llegamos. Compramos los muebles a crédito porque la plata del trabajo de Héctor era para los materiales. Él nunca me dejó trabajar por eso ahora estoy desesperada buscando como pagar todo. No tengo ni para la ropa del bebé. Me ayudan mis papás, mi hermano, pero no es justo. Héctor era obsesivo con que me quedara en la casa, con el bebé. Ni siquiera comíamos con mi familia, que vive pared de por medio”, dice Micaela.
"Lo denuncié por mi hijo”
La noche que Silvia Maddalena fue asesinada, Héctor Gómez no volvió a su casa a las 20 como lo hacía de costumbre, sino que llegó entre las 21.30 y las 22. A su pareja le dijo que el colectivo se había demorado. "Había mucha gente en la terminal y salió tarde el ómnibus”, son las palabras que Micaela recuerda que le dijo. En esa misma franja horaria fue asesinada la odontóloga. Esa noche, Héctor llegó a la casa y se sentó en la cama de una plaza que estaba enfrente de la cama matrimonial. Ella le preguntó que le había pasado en la cara porque estaba como rasguñado y él le dijo que se había lastimado en el trabajo. A las pocas horas, la noticia de brutal caso conmovía a toda la ciudad.
"Yo esa noche no sospeché nada. De hecho todavía me cuesta creer que él haya podido hacer eso porque nunca fue violento conmigo, ni me obligó a hacer nada. Por eso las cuatro veces que lo fui a visitar a la cárcel de Bouwer le pedí que me dijera la verdad. Que me dijera si había sido él. Primero me dijo que no. Lloraba todo el tiempo y me pedía perdón. Llorábamos los dos. Y más adelante, me dijo ‘robé y se me fue de las manos’. Después, también dijo algo así como que estaba cansado de trabajar desde la madrugada hasta la noche y nunca tener un peso. Pero después de las muestras del ADN y de haber encontrado acá las cosas de la chica yo sé que fue él, pero necesito que me lo diga para poder estar en paz y rehacer mi vida”.
Los siguientes casi cinco días transcurrieron como si nada hubiera pasado. Héctor salía a trabajar y ella se quedaba en la casa con el bebé y sus cuñados. Ya se había enterado de la noticia que conmovía a Alta Gracia e incluso había visto la cara de Silvia en la tele. Se acordaba que hacía un tiempo largo, casi apenas habían llegado de Rosario, a Héctor le dolió una muela y fueron a consultar por una extracción. En el Hospital Illia les indicaron que consultaran con Maddalena o en el consultorio del frente. Fueron primero a lo de Maddalena, pero cuando la odontóloga los atendió y les dijo el costo del tratamiento, se fueron al frente. "Sin embargo Héctor le pidió un turno, no entendí eso. Él dijo que era porque estaba desesperado de dolor. También he pensado que él pasaba todos los días en el colectivo por el frente del consultorio. Algunos me han preguntado si era un hombre de mirar mujeres o si alguna vez le encontré algo, pero no”.
El miércoles 23 de mayo, Micaela se levantó como cualquier día y se puso a limpiar la casa con su cuñada. Abrieron las ventanas y las puertas. Barrieron. "Yo nunca iba para ese lado del patio, pero ese día, fui. Abrí la caja de herramientas de madera donde Héctor guardaba las cosas y encontré el pendrive y el teléfono. Salimos corriendo y lo pusimos en el tele. Y ahí vi la cara de ella. No la reconocí al comienzo pero mi cuñada empezó a llorar. Después vimos la foto de un título, de un certificado, y leímos el nombre. En ese momento, sólo pensé en el bebé. En nada más. Es un poco lo mismo que me pasa ahora. Hablé con mi mamá, con mi papá, y lo denuncié. Sino lo hubiera hecho, ahora estaría presa como su hermano y mi hijo estaría sin madre y sin padre. Además, siempre fui a la iglesia, creo en Dios y en la Justicia, y si fue él, tiene que pagar lo que hizo”, dice abrazando a su bebé.
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