Las elecciones presidenciales en EEUU no sólo lograron acaparar la atención del mundo entero sino que también desnudaron las dificultades  propias de un sistema que exige crear líderes cada 4 años. 

La democracia norteamericana es la principal exponente del sistema presidencialista, una forma de gobierno que fue imitada por los países latinoamericanos, quienes reflejan una tendencia histórica hacia los liderazgos fuertes y se ven mejor representados por la matriz norteamericana. Como condición inherente a este sistema, la obligación del nacimiento de un líder cada 4 años -u 8 en el mejor de los casos-  da lugar al surgimiento de candidatos supra partidistas o los outsider , que patean el tablero político, creando la sensación de que representan sólo un momento particular de cierta efervescencia, pero no son representantes del mandato popular a largo plazo, al hecho de que el presidencialismo tan personalista polariza tanto, que hace difícil construir un consenso. 

Por otro lado, el sistema presidencialista propone una incómoda incógnita: ¿Qué poder es el que realmente refleja el sentir popular? ¿El Ejecutivo o el Legislativo? Esa intriga se traduce en un conflicto de representación interinstitucional. También podemos destacar como condición histórica del sistema presidencialista que las transiciones de poder, generalmente, son traumáticas debido a los cambios extremos y bruscos que se dan producto de la rigidez del mismo sistema.  La forma parlamentaria, en cambio, demuestra ser más flexibles frente a las situaciones de crisis al permitir un recambio más rápido del Jefe de Gobierno y sin  el desgaste del cual fuimos testigos a lo largo de la historia Argentina o incluso en situaciones actuales en Latinoamérica (por ejemplo el caso del expresidente Lugo en Paraguay o la destituida Dilma en Brasil)

Las comparaciones históricas también pueden ser apoyadas con datos estadísticos más duros. El mismo ex presidente Néstor Kirchner reflexionó: "De las veintidós democracias estables existentes en el mundo, tomando como parámetro aquellas que han durado cincuenta años o más ininterrumpidamente, veinte son parlamentarias, y este dato algo nos tiene que decir. A primera vista parecería que el parlamentarismo presenta una mejor opción que el presidencialismo". Así hablaba el santacruceño poco antes de asumir su primer mandato.  Un dato tal vez más alarmante es que en los últimos 90 años en nuestro país sólo 3 presidentes lograron terminar sus mandatos.

Claro está que la discusión no es nueva, inclusive en nuestra Argentina hubo un importante debate al respecto en el año 1994, durante la Convención Constituyente, que desembocó en la creación de una figura híbrida e incierta como la del Jefe de Gabinete. Tampoco son pocos los intelectuales que proponen esta disputa situandose en diferentes veredas. Por constancia y lucidez, podemos destacar entre ellos a Juan Linz, un gran investigador de los sistemas políticos.

Llegados a este punto y en vista de que, con la elección de Donald Trump en Estados Unidos, se volvió tema de actualidad, podemos dejar algunas conclusiones provisorias: el circuito sistema electoral-sistema de partidos-asamblea parlamentaria es el factor más significativo en la producción de estabilidad política.  Quizá, ante estas crisis de representación que estamos viviendo en Latinoamérica y los recientes resultados en la elección presidencial del "padre del sistema” y ante múltiples intentos de reformar el sistema electoral, sea un buen momento para reabrir nuevamente el debate respecto al sistema político ideal para la realidad Argentina.