“El museo tiene una puesta muy tradicionalista y estática”
EDICIÓN IMPRESA
Por Stefanía Tomalino
De Nuestra Redacción
Al final de la Plaza Solares, se alza imponente la Estancia Jesuítica de Alta Gracia, de la cual forma parte fundamental el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers. Dentro de él, tiene lugar la oficina del Director Tomás Ezequiel Bondone, quien asumió el cargo en enero pasado. El escritorio, pulcramente ordenado con un jarrón de calas y un ejemplar de Sumario, el diario de los viernes, en uno de sus extremos, habla un poco de su personalidad: metódica, detallista, cuidadosa.
Bondone tiene 54 años y nació en Bell Ville, donde realizó sus estudios secundarios y parte de su formación en el mundo del arte. “Tengo una especial inclinación por el interior de la provincia. Trabajé en Cosquín, en San Francisco y ahora estoy acá”, asegura. Es museólogo, archivólogo, profesor de Historia del Arte y Magister en Conservación y Legislación de Patrimonio Cultural Material. “Tengo una formación que en algún momento pudo haberse definido como “sui generi”, con esto de lo multidisciplinar”.
En 2001, trabajó en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Allí, tuvo que batallar con años complicados. Mientras el país se encontraba en un contexto de crisis, confusión y desorden, se hizo cargo del museo en su etapa fundacional. En 2003, tomo una decisión trascendental y viajó a Europa siguiendo las huellas del pintor Emilio Caraffa. “Lo suyo tenía que ver con el gusto por un artista y por una obra”, explica una nota de La Voz publicada en diciembre de 2015 “Estuve 10 años con Caraffa, lo que terminó en un libro que se publicó en 2008. Todo empezó a fines de los ‘90, cuando me puse a rastrear sus pistas. Yo estudiaba en la Figueroa Alcorta y ahí había una sala de profesores que tenía una galería con las copias que Caraffa había hecho en 1890. En algún momento a esas obras las robaron. A mí siempre me apasionaron, y cuando fui a Madrid encontré más obras de Caraffa entre los trabajos de los pintores copistas que pedían permiso para entrar al Museo del Prado a copiar”.
Entre 2010 y 2015 fue director del Museo Superior de Bellas Artes Evita–Palacio Ferreyra. “La gestión se podría haber renovado, pero en diciembre de 2015 sentí que había cumplido un ciclo, que había trabajado mucho y que estaba cansado. Sentí la necesidad de dar un paso al costado, y creo que es algo saludable, porque las instituciones necesitan renovarse y tener un poco de aire”, dice Bondone. Posteriormente continúo impartiendo sus cátedras docentes y dirigiendo la Escuela de Archivología de la UNC hasta que en 2017 decidió anotarse en la convocatoria para cubrir el cargo de director en el Museo Nacional de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia.
Llegado a la ciudad
Luego de la jubilación de la directora Mónica Risnicoff de Gorgas, el museo había quedado en manos de Adriana Martínez. Tras el concurso, y cuatro largos meses de espera, el Ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, le hizo saber a Tomás que sería el nuevo director del Museo. “Siempre tuve un vínculo muy estrecho con Alta Gracia y particularmente con la gestiones anteriores de este Museo, como la de Noemí Lozada de Soya. El primer trabajo práctico que hice p
ra la carrera de Museología lo hice acá. Siempre tuve una proximidad y una inclinación más de tipo afectiva con Alta Gracia”.
El desafío para Tomás fue grande, ya que no es especialista en historia de los Jesuitas. “Las bases del concurso no pedían estrictamente a un especialista en la tipología específica del museo, sino más bien un perfil de gestión. Pero obviamente me interiorice y me tuve que preparar”.
¿Cuál es la importancia que tiene el legado jesuítico y su valor histórico, hoy en la sociedad?
Este museo tiene un legado muy potente que todo el tiempo hay que ir resignificando, porque los museos no están detenidos en el pasado. Hay que reinterpretar, releer, revisar ese pasado para generar nuevas lecturas de esa memoria.
El legado jesuítico en Córdoba tiene un peso súper importante que quedó evidenciado con la declaratoria del año 2000(1) . Ahí hubo muchas decisiones que le dieron visibilidad al conjunto jesuítico de Córdoba. Hoy, luego de 20 años, vemos que fue muy positivo desde todo punto de vista y que hubo beneficiarios colaterales desde lo turístico y lo económico por ejemplo. Sin embargo hay ciertas metas que se plantearon en aquella declaratoria y que siguen siendo temas pendientes…
Como ocurre con el edificio del Obraje y del antiguo Molino…
Exacto. El Obraje es el único ejemplo en pie de una construcción de ese tipo en un conjunto Jesuítico. Lo que ocurre en ese caso particular es una problemática con la interjurisdicción. Tuvimos una reunión con el Secretario de Gobierno Marcos Torres Lima, con el padre Marcos Cabrera y con representantes de la Agencia Córdoba Cultura para empezar a trabajar específicamente en la puesta en valor del edificio, lo mismo ocurre con el Molino. La idea es
trabajar con un proyecto similar.
Siguiendo esta línea, Bondone asegura que hay un viraje en las consideraciones generales sobre la conservación y la importancia de los bienes patrimoniales. “Hay un cambio y una conciencia del valor del patrimonio. Hace poco el gobernador Schiaretti paró una obra de gasoductos en el norte por una cuestión de patrimonio en el Cerro Colorado, y eso fue algo inédito. Lo que está pasando en Córdoba y puntualmente en Alta Gracia es interesante, para ver cómo el patrimonio al fin genera una preocupación”. El profesional asegura que el cambio tiene que ver, en parte, con una moda, algo más insustancial, y por otro con el peso específico y la acción que vienen desarrollando los profesionales, con una importante impronta y actividades de concientización.
El primer diagnóstico
Bondone explica que antes de asumir el cargo de Director, ya conocía al personal del museo y las gestiones que se venían llevando adelante. “Encontré un museo súper profesionalizado, con un equipo formidable de trabajadores. Con mi gestión se acomodaron y profundizaron ciertas líneas que se venían trabajando. Encontré muy buenas condiciones edilicias, con colecciones en muy buen estado, productos de políticas sostenidas y coherentes de gestión internas y externas. A diferencia de otros museos jesuíticos, este está impecable”.
Si hubiese sido diferente, ¿se habría presentado igual al concurso?
Sí, fue algo que me sorprendió estando dentro, pudiendo constatar los tests de temperatura y humedad, el estado de conservación y documentación de los bienes.
El viraje
“Queremos trasformar la narrativa, el relato y el guion museográfico de este lugar”, asegura Bondone y afirma que esto es “algo ambicioso, pero necesario”. “Venimos trabajando con una línea de un museo con una mirada más social, más crítica y con un sentido más inclusivo. Hay un pequeño desequilibrio entre toda esta avanzada, un poco más progresista y lo que realmente se cuenta o se ve del museo. Aún permanece un diseño museográfico, una puesta, muy tradicionalista y estática. Queremos modificar estos aspectos con miradas radicales y proponer experiencias más movilizadoras”.
Entre los ejes de trabajo para lograr esta metamorfosis, se encuentra la idea de otorgar visibilidad a ciertos actores que antes no se veían, como los negros esclavizados y la mujer. “Queremos intervenir salas y espacios para darles mayor visibilidad. Hasta ahora se ha recurrido a herramientas convencionales, como las ambientaciones y las evocaciones. La idea es ir por otro lado, tratando de hacer una puesta más dinámica e interactiva, quitando los cordones de la sala y utilizando algunas tecnologías, por ejemplo. Es muy complejo porque siempre está la tensión de generar un equilibro entre la conservación y el uso”.
El museo y los vecinos
Según las estadísticas del museo, alrededor del 13% de los visitantes forman parte del público escolar. Del resto, el mayor porcentaje lo ocupan los turistas, dejando más relegado al público local. “El vecino de Alta Gracia en general no integra esos contingentes masivos. Estamos trabajando en la forma de incluir ese segmento de público que históricamente no acude a los museos de la ciudad que habita. Es algo que no pasa solamente acá. Pero la cosa cambia si a este público se le ofrece otro tipo de cosas, otras actividades que no tengan que ver específicamente con una exhibición, sino con una oferta cultural más amplia”.
El museo y su Asociación de Amigos
“Me hice cargo del museo con una Asociación de Amigos enojada, separada y alejada”, relata Bondone. El grupo, funciona como un ente colaborador, que trabaja completamente ad honorem, y que funciona como una especia de cooperadora. “La entiendo como un departamento más del museo, que genera sus propios proyectos y actividades”, asegura.
El director cuenta que esta separación fue producto de algunas decisiones que se tomaron desde Buenos Aires “con muy mal criterio”, y que, tal vez, el principal problema fue que no se supieron comunicar. Las mismas, tenían que ver con la “incumbencia” y el alcance que tenía la asociación en relación a las actividades dentro del museo. “Yo reestablecí los vínculos con el grupo. Hubo un cambio de comisión directiva, que se hace cada dos años, y estamos trabajando muy bien. Hemos abierto la tienda del museo, y estamos generando proyectos de ingresos para ellos. La quita del cobro de la entrada, que era su principal ingreso, fue perjudicial para ellos, por eso estamos tratando de generar otros recursos para que puedan funcionar”.
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