Victoria ajustada, pero propia
Martín Llaryora llega a la cima del poder cordobés con un triunfo por escaso margen, pero asentado en su historia, caudal propio y sin deberle premios a nadie.
Córdoba dio vuelta la página. La elección de Martín Llaryora como Gobernador de la provincia a partir del próximo 10 de diciembre abrió la puerta al recambio generacional del oficialismo, dejando atrás casi un cuarto de siglo de la hegemonía que José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti supieron construir.
No resulta casual que ese recambio llegue de la mano de aquel que se atrevió a desafiar a los dos grandes líderes de su espacio político. En 2013, cuando nadie lo esperaba, el joven intendente de San Francisco se reveló contra De la Sota y decidió enfrentar a la lista legislativa que llevaba a Schiaretti a la cabeza. "Te recibiste de dirigente", le dijo el Gobernador después de haber ganado imponiendo un aparato que, sin embargo, no logró ocultar el surgimiento de la nueva figura política en el oficialismo.
Llaryora construyó su carrera desde la intendencia de San Francisco, a la que accedió por un puñado de votos en 2007, desbancando nada más ni nada menos que al radical K Hugo Madonna. Fue reelecto en 2011 logrando una diferencia histórica y, a muy poco de andar, se sumó al gabinete provincial como ministro de Industria, Comercio, Minería y Desarrollo Científico Tecnológico. Fue Vicegobernador en 2015 y -en la que fue su único revés electoral- dos años después encabezó la lista de candidatos a diputados nacionales, perdiendo por 18 puntos frente a Héctor Baldassi. Apenas dos años después, Martín Llaryora resurgía de las cenizas con la histórica recuperación de la Capital provincial para su partido.
A desalambrar
Este domingo, el sanfrancisqueño consiguió el premio mayor de la provincia en una elección ajustada en la que se impone por unos 50 mil votos a nivel provincial. Sin embargo, entre los departamentos Capital -donde es Intendente- y el San Justo, que lo vio nacer y gobernar San Francisco, reúne una diferencia a su favor de 70 mil votos. Es decir, su victoria -aunque ajustada- se asienta en el capital político propio, en un escenario donde el peronismo perdió en la mayoría de las grandes ciudades.
Con un estilo propio que busca sacar puertas afuera de Córdoba, el aún intendente de la Capital considera que el alambrado olímpico que sus predecesores levantaron en la frontera provincial para consolidar un poder a prueba de influencias externas, también se transformó en la cárcel que les negó la proyección nacional. "Somos una nueva generación, por eso les agradecemos estos 24 años, pero hoy empieza una nueva era, ahora empieza lo mejor", dijo Llaryora en obvia relación a José Manuel de la Sota y Schiaretti.
El Gobernador electo de Córdoba cuida un perfil con el que sumó dirigentes de distintas extracciones políticas, incluso tan disímiles como Martín Gil -hasta hace muy poco funcionario de Alberto Fernández- y Javier Pretto, el Presidente del PRO que acompaña a Daniel Passerini en la pelea por retener la capital en la batalla electoral del próximo 23 de julio.
Llaryora no dudó en radicalizar por derecha su discurso, reclamando la presencia del Ejército en las calles de Rosario, comprando pistolas eléctricas para la policía municipal y apoyando la represión que llevó adelante Gerardo Morales en Jujuy.
Sin embargo, el triunfador del domingo tampoco ahorró guiños para los sectores económicos que no están invitados a la fiesta de la concentración: prometió otorgar a cooperativas y mutuales las obras de conectividad de servicios públicos de última milla: gas, electricidad, agua, internet. Se trata de un bocado apetecible que las grandes empresas contratistas de Córdoba -con lubricados vínculos con el partido de gobierno- seguramente no estarán dispuestos a ceder sin resistir.
"Esta no es una victoria del justicialismo, esta es una victoria del Partido Cordobés, porque nos animamos a hacer una nueva coalición", sostuvo Llaryora ante la militancia que lo esperaba durante la madrugada de este lunes. "Esta coalición no sólo va a ganar las elecciones dentro de pocas horas, cuando se confirmen los resultados, sino que vamos a abrir las puertas y vamos a hacer una coalición de gobierno", avisó.
El nuevo liderazgo
Martín Llaryora encarna el recambio generacional diferenciándose de sus "colegas" crecidos al calor del poder. Se ganó el lugar con audacia e irá por más. No son pocos quienes ya adivinan que no sólo "jubilará en paz" a la generación que lo precede, sino que buscará un freezer adecuado donde guardar a sus potenciales nuevos rivales internos.
En torno a la figura del gobernador electo ya comenzó a diseñarse un nuevo esquema de poder. Más acostumbrado a sumar que a restar, el futuro mandatario provincial seguramente sabrá contener a aquellos dirigentes con peso propio y pergaminos ganados desafiando a la vieja guardia... siempre que advierta que cuentan con pocas chances de patear el flamante tablero provincial.
El nuevo liderazgo enfrentará un durísimo primer desafío el próximo 23 de julio, cuando libre la pelea por retener la capital provincial con Passerini como heredero.
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