Opinión Por: Franco Muñoz 25 de noviembre de 2023

Con el alma aferrada

A tres años del paso a la inmortalidad de Diego Armando Maradona, presente, hoy y siempre.

Recuerdo que ese día me despertó el mensaje de un amigo. La noticia todavía no era confirmada, pero todos lo sabíamos, todos lo sentíamos. Ese vacío que solo es posible sentirlo una sola vez en la vida. Es como si a uno le arrebataran una parte del alma. 

Yo nunca lo pude ver a Maradona, pero siempre lo sentí parte de mí. Ni siquiera tuve la dicha de estar presente en alguna de sus últimas apariciones como entrenador. Simplemente sabía que estaba allí, un acto de fe, de felicidad. 

Mi viejo nunca me lo dijo, pero me hizo bostero por El Diego. Nací en el 94 y yo creo que su revelación ante todo era decir que amaba a Maradona, en un mundo y particularmente en un país donde todo pasaba por acumular y privatizar lo que hubiese alrededor, como ahora por ejemplo. 

Quizás cuando más cerca lo sentí fue durante su paso como DT de la selección, pero la imagen que me da vueltas todo el tiempo es esa que lo tiene revoleando la camiseta azul y oro en su palco de la Bombonera. Su aliento desaforado, su cabello largo y enrulado, su peinado rasante y amarillo, su barba desprolija y su rostro afeitado al sol de pretemporada, su tatuaje del “Che” y su número diez en la espalda conformado por dos casacas, la de la selección con su nombre y la “xeneize” con la de Román, en su despedida y diciendo que “la pelota no se mancha”. Ahora, justo ahora estoy viendo el video de su regreso al fútbol argentino como técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata: su llanto inocente, sus lentos pasos hacia el centro de la cancha y sus toques en la puerta del área para que sus dirigidos definan los pasos precompetitivos; cómo no me escapé ese día para La Plata. 

Por eso este 25 de noviembre no es un día más. Se cumplen tres años de aquella jornada en la que Diego Armando Maradona se convirtió definitivamente en leyenda y en la que todos, a ciencia cierta, pudimos decir “ahora sí D10S está en el cielo”. 

Tres años después de su paso a la inmortalidad, no hay día en el que El Diego no sea el centro de atención. Su ausencia física no es asimilable, por lo que su presencia es infinita para los argentinos, o acaso no ven los infinitos tatuajes que tienen su marca de sangre, las remeras sublimadas o pintadas a mano por un niño que solo quiere tenerlo impreso como la luz, las paredes de los barrios de pueblo y los murales en edificios lujosos, su Fiorito natal y su argentinidad al palo. Todos somos Maradona.

Pero vuelvo a ese día. Recuerdo que me salió escribir un breve poema. Te quiero, Diego.

Está ahí en la cancha, ¿no lo ves?
Miralo bien.
Tiene su cabello enrulado, parece una pelusa.
Mirá cómo grita el gol. Y cómo hace gritar a todos.
¿No ves la sonrisa que tiene cuando corre?
¿No ves la felicidad? Yo me imagino que lo abrazo.
Es como si estuviese adentro mío, hoy y siempre.

Te puede interesar

Anisacate: Incapacidad de gestión y servicios básicos

El servicio de agua pasó de bimensual a mensual, con aumentos de hasta el 400 por ciento en la facturación. Hogares que pagaban unos $1.250 de manera bimensual, por un consumo de 15 metros cúbicos, hoy reciben boletas de $14.000 mensuales.

Alta Gracia: vecinos "justicieros" se enfrentan a los ladrones

Desde febrero, Alta Gracia adhiere a la Ley Integral de Seguridad. Sin embargo, muchos delitos en la ciudad son "resueltos" por civiles que se encuentran frente a los hechos. Ante la grave crisis y el aumento del crimen, no parece haber medidas que den respuestas.

Pandemia: a cuatro años de la cuarentena, nos gobiernan los antivacunas

En un nuevo aniversario de este evento sanitario, nos encontramos ante una galopante epidemia de dengue que genera el colapso del sistema de salud. A su vez, el gobierno nacional se niega a comprar la vacuna alegando que su efectividad no está garantizada.

Mi abuelo era menotista

Me enteré del fallecimiento de Menotti mientras sacaba fotos en un partido de fútbol de mi pueblo, Despeñaderos. Su pérdida me llevo a recuerdos de mi infancia, pero también del presente.