Cultura Diario Sumario 15 de septiembre de 2018

Un espacio de reflexión para el séptimo arte

EDICIÓN IMPRESA

Por Stefanía Tomalino
De Nuestra Redacción

Nicolás Di Giacomo y Mercedes Enguerre son una pareja de artistas. Ambos nacieron en Alta Gracia y decidieron quedarse en su ciudad natal para dedicarse a las disciplinas que les competen. Él enseña música y ella es artista plástica. El gusto por el cine -además de la vocación artística- es también algo que une a esta joven pareja que distribuye su tiempo entre el dictado de clases y la crianza de su hijo de dos años y medio. Hoy son los responsables del Cine Club Casero, que funciona en un local ubicado en la calle Emilio Solá 442, en Barrio Villa Carlos Pellegrini. El camino fue largo, pero finalmente el proyecto cuenta con una sala propia en donde se reproducen películas y tienen lugar otras expresiones artísticas como el teatro. 

En 2012, impulsados por el amor hacia el séptimo arte, los jóvenes decidieron abrir una microsala de cine, conscientes de la necesidad de este tipo de espacios en la ciudad. En aquel entonces funcionaban en una casa ubicada en la esquina de Prudencio Bustos y Jorge Nahal, en donde entraban 15 personas: “Lo hicimos todo muy a pulmón, todo era muy casero. No teníamos butacas ni nada para la acústica, por eso le pusimos el nombre que conserva hasta hoy, Cine Club Casero”, recuerda Nicolás. 

Algunos meses después de su inauguración, la Biblioteca Sarmiento le ofreció a la pareja un espacio en su sede, que por aquel entonces estaba instalada en el edificio de El Obraje, cuando este se emplazaba en la calle Juan Nieto 17. Allí funcionó por un año, en el cual el proyecto fue tomando forma y fidelizando un público que esperaba ansioso la llegada del fin de semana para poder concurrir a las funciones. “Se proyectaba los domingos, y se armó una especie de entidad dominguera que quedó muy bien establecida”, asegura Nicolás. Sin embargo los problemas edilicios hicieron que la Biblioteca tuviera que mudarse, dejando sin sala nuevamente al Cine Club.  

La siguiente sede fue en Casa Caparazón, un espacio organizado por la Cooperativa Fábrica de Ideas para la difusión del arte local, que por aquel entonces se ubicaba en calle Urquiza 29. Aquel rincón cultural constituyó por muchos años un espacio definido y estable para las proyecciones del Cine Club Casero, pero aquel remanso de estabilidad también llegó a su fin, y con esto, el proyecto pareció desinflarse. “Cuando Casa Caparazón dejó de funcionar nos planteamos seriamente la continuidad del proyecto. Estábamos cansados. Había mucho desgaste y pensar en una nueva mudanza, trasladando los equipos y todo lo que eso implicaba, hicieron que estuviéramos a punto de darnos por vencidos”.

Sin embargo, en 2015 apareció una luz de esperanza. Quito Felich, quien luego se convertiría en uno de los principales colaboradores de la sala, les ofreció un local para alquilar, logrando por fin el objetivo de tener una sala propia en donde realizar las proyecciones. En abril de 2016, después de seis meses trabajo, el Cine Club Casero abrió sus puertas en la calle Emilio Solá 442. “Fue una preparación bastante larga, porque hicimos todo a pulmón. Las 27 butacas con las que contamos hoy, fueron recicladas de un colectivo, logramos acustizar la sala por completo y hoy podemos brindar proyecciones en imagen Full HD”. En un principio, la entrada era una colaboración voluntaria. “Ahora decidimos cobrar un costo fijo que, si bien todavía no está fijado, es mucho más accesible que la entrada que se paga en una sala convencional”. 

Una salida del cine comercial
En contraposición con el cine comercial, Nicolás hace hincapié en que el Cine Club termina siendo un espacio alternativo, en donde tienen lugar aquellas películas que no han sido demasiado difundidas por los grandes cines, a pesar de haber sido premiadas.

“En general en la sala proyectamos películas de todo tipo. Ahora estamos implementando un ciclo de Estrenos Recientes, pero tenemos también cine argentino, películas independientes y animaciones”, explica,y agrega que la única consigna es que las producciones tengan un contenido reflexivo. “Por lo general, luego de la película se genera un espacio de diálogo e intercambio, en donde se debate sobre el contenido y cada asistente da su punto de vista. Yo creo que ésta es la gran diferencia con el cine comercial, que en general está muy ligado al entretenimiento”. 

Imagen: Gentileza de Guillermo Blanco. 

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