La Santa Siesta
EDICIÓN IMPRESA
San Benito Abad fue un monje cristiano que vivió entre los años 480 y 547 en Italia. Fundador de la Orden Benedictina y considerado el Santo Patrono de Europa, también a él se le atribuyen numerosos milagros. Sin embargo, una de las características por las que es más conocido es por la organización estricta. Benito fue autor de un manual y código de oración para sus monjes que posteriormente fue conocido como “La Santa Regla”.
La regla de San Benito concretaba una serie de horas con las obligaciones, comidas, oraciones y ceremonias a realizar en cada una de ellas. "El ocio es enemigo del alma; por tanto, los hermanos -en tiempos establecidos- deben atender el trabajo manual: en otras horas, también establecidas, deben dedicarse a la sagrada lectura'' señalaba este santo. Sin embargo, también fue –curiosamente- el inventor de la siesta. Sus escritos señalaban un momento –la hora sexta, que era pasado el mediodía- para el descanso antes de continuar con el resto de las obligaciones diarias. Del nombre sexta derivó, justamente, la palabra siesta.
En la actualidad, la siesta es sinónimo de ciudad pequeña o pueblo. Aunque, quienes superan los cincuenta años pueden recordar cuando en Córdoba no existía el horario comercial de corrido y los negocios cerraban al mediodía para volver a abrir alrededor de las cinco de la tarde. Esa costumbre les permitía tanto a propietarios como a empleados regresar a sus hogares, almorzar en familia y… dormir una siestita. El ritmo de la ciudad se volvió cada vez más agitado y el corte del mediodía se difuminó hasta desaparecer. Las grandes ciudades ahora cuentan con atención al público en horario corrido para la mayoría de sus actividades.
En la Provincia, la única ciudad que ha eliminado completamente la pausa para el almuerzo y descanso es la de Córdoba. Incluso Río Cuarto, que ocupa el segundo lugar en cantidad de habitantes y se jacta de ser la capital alterna, disminuye su ritmo y funciona en cámara lenta entre las 14 y las 16. Alta Gracia no es ajena a esta costumbre y en muchos hogares, tocar un timbre a las tres de la tarde implica convertirse en persona no grata.
Desde marzo de 2020, la pandemia del coronavirus covid-19 modificó completamente muchas costumbres y esquemas de la vida cotidiana y organización familiar. Quienes tienen que salir a trabajar fuera de casa, pero crían niños en edad escolar podrán dar cuenta de las innumerables complicaciones que vivieron desde el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Son muy pocas las personas que continúan realizando las mismas actividades y respetando, como si estuviera establecido en una Santa Regla, los horarios que tenía antes de la pandemia.
Los comercios fueron divididos en dos categorías: esenciales –aquellos que venden artículos de primera necesidad como alimentos o medicamentos- y no esenciales –quienes venden productos de los cuales se puede prescindir, al menos por un tiempo-. Los primeros de ellos no tuvieron que sufrir el temible cierre de persianas en los tiempos de aislamiento más estricto. Sin embargo, las restricciones horarias implicaron una serie de cambios en las costumbres. Algunos meses, el impedimento de circulación a partir de las 18:00, modificó completamente el horario vespertino que comenzaba alrededor de esa hora. Pero Benito, mil quinientos años después de su muerte, no ha perdido vigencia.
“La gente se va a acostumbrando lentamente. El año pasado, cuando cerrábamos a las seis, era muy complicado que viniera alguien a la siesta. No se les ocurría. Ya este año, anunciaron las restricciones y un par nos preguntaron si íbamos a hacer horario corrido. Pero igualmente, no es nada que ver la cantidad de personas que viene a la siesta. Con las restricciones viene más gente a la mañana y se amontonan antes del cierre. A la siesta se mueve demasiado tranquilo” explicó a Sumario la propietaria de una verdulería en barrio Cafferatta. Otro comerciante de la zona explicó que aplicó el horario corrido durante unas semanas, pero como no funcionó, comenzó a hacer el turno tarde de 16 a 19.
En el centro, la realidad no es muy diferente. “Hicimos horario corrido durante varios meses el año pasado. Cuando hubo restricciones trabajábamos de 9:00 a 18:00, de 09:00 a 20:00 y si podíamos cerrar a las 21:00, lo hacíamos. Promocionamos en redes el nuevo horario y en invierno, un poco se movió, pero no mucho. Cuando empezó el calor, a la siesta no venía nadie así que volvimos al horario original. Ahora, pasa más o menos lo mismo” indicó a este medio la encargada de una tienda de indumentaria de calle San Martín.
Basta salir a caminar entre las 14:00 y las 16:00 para entender por qué los comerciantes coinciden en que las aperturas a la siesta no rinden igual que después de las cinco de la tarde. Si bien hay algunas personas circulando, la mayoría está realizando caminatas, volviendo del trabajo a sus hogares o viceversa. Aunque se vea un leve movimiento en las veredas, al mirar al interior de los locales, difícilmente haya más de uno o, con suerte, dos clientes. La única excepción son comercios de rubros que tradicionalmente trabajaron en el horario de la siesta, como las ferreterías.
Parte de la promesa de vivir en una localidad del interior es la tranquilidad. La pandemia trastocó infinidad de costumbres, pero la ciudad con encanto de pueblo no está dispuesta a dar el brazo a torcer y perderse el descanso de la siesta. Gran visionario San Benito con la Santa Siesta.
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