De los cortaderos de ladrillos a las aulas de la escuela

Sociedad08 de mayo de 2009 Diario Sumario
Por Susana Salas “Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador” ..................................... ¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena? “Niño Yuntero”, de Miguel Hernández Por la ventana abierta se ve el paisaje de los cortaderos de ladrillos de Villa del Prado. Tierra y lodo. Lodo y yugo. Pura desazón a la intemperie. Contra el fondo oscuro del pizarrón, la tiza corre resuelta hacia el futuro. Sobre los bancos, las manitos percudidas que amasan el barro por las tardes, ponen más luz sobre las hojas claras. Dentro de un aula, en esta parte olvidada del mundo, una maestra y 47 chicos de 12 a 16 años, están amasando el verdadero paisaje. El paisaje de la esperanza. “La mayoría tenía como único futuro seguir trabajando con sus familias en los cortaderos de ladrillos y ahora pueden en el mismo lugar donde viven, hacer la escuela secundaria”, cuenta a Nuevo Sumario Fernanda Esstereo, directora de la Escuela José María Hernández, y encargada a su vez de dictar las clases en el primer año del Ciclo Básico Unificado, que a partir de marzo comenzó a funcionar en Villa del Prado. La idea está enmarcada en un programa de la Comisión Provincial de Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (Copreti), impulsada tras una serie operativos de detección de trabajo infantil que realizó en distintos puntos de la provincia. La familia a clases En comunidades como la de Villa del Prado, los emprendimientos de trabajo son en su mayoría familiares. Los mismos padres han sido ladrilleros desde muy chicos, y la escuela no ha podido ser jamás una opción. Cuando lo fue, los obstáculos se encargaron de desmoronarla. “La mayoría de estos chicos no estudiaban porque debían viajar para eso, y hay que levantarse acá y salir de noche; y cuando llueve atravesar las calles embarradas para ir a la escuela, además estudiar acá les permite sentirse identificados con la zona”, añade la docente. Las 17 chicas y los 30 varones llegan a las 7.30 horas a la escuela donde desayunan, y luego toman clases hasta las 10 de la mañana. Entre los alumnos del primer año, sólo 17 son estudiantes que egresaron del nivel primario de la escuela, el resto está conformado por otros adolescentes que recién ahora tienen la oportunidad de hacerlo, lo que explica las diferencias de edad del grupo. Sin embargo, la esperanza no se agota ahí, porque casi una veintena de padres y hermanos de estos mismos estudiantes ya está concurriendo también a clases en un Centro Educativo de Nivel Primario de Adultos (Cenpa) que se abrió en marzo. “¿Quién salvará a este chiquillo / menor que un grano de avena? / ¿De dónde saldrá el martillo / verdugo de esta cadena?”, pregunta el poeta. La escuela es sin duda el más certero. 35 mil niños trabajan en Córdoba Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, el trabajo infantil, involucra alrededor de dos millones de niños en Argentina. La cifra asciende a 17 millones de niños y niñas en América Latina. De éstos, el 21,8 por ciento son varones y el 11,1 por ciento, mujeres. Un relevamiento sobre trabajo infantil realizado Córdoba por la Comisión Provincial para la erradicación de este flagelo, un 8.4 por ciento de los niños cordobeses de 5 a 13 años trabajan, de una población cordobesa total de 409.357 niños en la franja etaria de 5 a 13 años, unos 34.386 chicos se encuentran trabajando. Los chicos ven agotarse su niñez en tareas de agricultura, caza y pesca. También lo hacen en minas y canteras, en obras en construcción, almacenamiento, transporte, manufacturas y obviamente como vendedores ambulantes. El trabajo infantil pone en riesgo la salud, la educación, el desarrollo normal e incluso la propia vida de los niños y niñas en el mundo.
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