¿Monumento al amor o a la violencia de género?

EDICIÓN IMPRESA - ESPECIAL 8M

Sociedad02 de marzo de 2018 Diario Sumario
 Por Consuelo Cabral
De Nuestra Redacción

"Elegia no gritaba; se arrancaba la ropa y gemía en voz baja. Yo hubiera querido que gritase con fuerza para que algunos peatones dejaran de sonreír, estúpidos o salaces, y nos permitiesen pasar. Pero Eligia solo gemía, con la boca cerrada, y se arrancaba sus ropas mojadas con ácido quemándose también las palmas, una de las pocas partes de su cuerpo que hasta entonces no habían ardido con la humedad traicionera. Una buena cantidad del ácido que Arón había arrojado a los ojos –porque su intención había sido dejarla ciega y con la imagen de él grabada como última impresión– pudo detenerlo ella con el dorso de sus manos, en un movimiento rápido de defensa que delató la inquietud alerta con que había asistido a la entrevista, pero las palmas se salvaron al comienzo, solo para terminar quemándose así, durante el striptease ardoroso, en el coche que la llevaba a los primeros auxilios”.

Eligia no es otra que Rosa Clotilde Sabattini, segunda esposa de Raúl Barón Biza, o Arón. Quien escribe es el hijo de ambos, Jorge Barón Biza, el cuarto integrante de una familia signada por la violencia de género y sus consecuencias: cuatro suicidios, uno tras otro, como en un dominó donde ni el amor, ni la locura, ni el arte, como se ha escrito tantas veces, fueron protagonistas. Sino, que por el contrario, fue la violencia de un hombre contra su esposa, contra sí mismo, y contra sus hijos.

Antes que el hijo de Barón Biza escribiera "El desierto y su semilla” y decidiera luego, en 2001, tirarse de un piso 12 en la ciudad de Córdoba, existieron una serie de hechos que actualmente son narrados, en distintos medios de comunicación e incluso en ámbitos académicos, como si se tratara de una de esas historias de "amor, locura y muerte”. Como si el agresor, Raúl Barón Biza, fuera más un "escritor maldito” o un hacedor de monumentos al amor y no un hombre que de vivir, hoy estaría imputado por "intento de femicidio” al arrojarle ácido en la cara a su segunda esposa.

Para entender quién fue Raúl Carlos Barón Biza, se han escrito al menos tres libros, uno de ellos por su propio hijo y titulado "El desierto y su semilla”. Otro de Candelaria De la Sota, hija del exgobernador, quien publicó "El escritor maldito” y  "Barón Biza, el inmoralista”, de Christian Ferrer. También se han realizado ensayos, que han llegado hasta a ser presentados en ámbitos académicos, como el de Federico Alejandro Minolfi, donde se reivindica la figura de Barón Biza como escritor.

Y si bien su prolífica obra existe y existió, en tiempos del Ni Una Menos, al menos resulta llamativo que no se cuestione la difusión de su persona en espacios culturales oficiales, como ser por ejemplo el Buen Pastor, donde, sin ir más lejos, el año pasado la Provincia de Córdoba montó una muestra fotográfica sobre él y su primera esposa, Miryam Stefford, haciendo completa omisión del episodio en que Barón Biza le arrojó ácido a su segunda esposa en la cara.

Sin ir más lejos, en los últimos meses se han generado intensos debates sobre si el personaje cordobés Jardín Florido merece o no tener su propia estatua. Acaloradas voces a favor y en contra circularon por los medios e incluso hasta la Legislatura de Córdoba llegó a pronunciarse al respecto. Sin embargo, de la figura de Barón Biza nadie dice nada. Si hasta en la Feria del Libro, uno de los stands llevó su nombre y la Municipalidad de Córdoba cumplió en difundir las actividades del puesto con nombre de agresor.

Y aunque resulte increíble, si se pone en Google la palabra Raúl Barón Biza, se pueden leer extensos artículos periodísticos en los diarios de mayor tirada en Córdoba, y que a pesar de haber sido publicados hace apenas unos meses, continúan hablando de "pasión, locura y muerte” en vez de violencia de género. Casi como si lo de Barón Biza hubiese sido un intento de "crimen pasional”.

Si la historia fuera justa, este hombre no sería recordado como aquel que construyó un monumento a su esposa muerta de forma trágica. O como el escritor maldito del cual se horrorizaría hasta el mismo Charles Bukowski, sino que sería visto como un agresor que terminó provocándole la muerte a la madre de sus hijos.

Por eso es urgente, como un primer paso, exigirle a los actores y espacios oficiales que cesen de legitimar a quienes atentan contra las mujeres, aunque sean los más brillantes escritores o construyan un ala de cemento de 80 metros de altura paradójicamente en nombre del amor.

Quién fue Barón Biza

Raúl Barón Biza nació el 4 de noviembre de 1899 en una familia terrateniente, de las más ricas de Córdoba. Cerca de los 18 años, y mientras se dedicaba a los negocios, se introdujo en la literatura en la línea del Marqués de Sade: "Del ensueño”, "Alma y carne de mujer” y "Risas, lágrimas y sedas” fueron sus tres primeros libros, publicados entre 1917 y 1924. En 1933 publicó "El derecho de matar”, su novela más conocida.

En Venecia conoció a Rosa Margarita Rossi, actriz suiza conocida como Myriam Stefford, se casaron y vinieron a la Argentina. Por pedido de su esposo, la mujer encaró una nueva pasión que los unía a ambos: la aviación. Primero unieron Buenos Aires con Río de Janeiro y luego hicieron un raid por 14 capitales argentinas. En 1931, un 26 de agosto, cuando no habían cumplido ni siquiera un año de casados, Stefford —una de las primeras mujeres piloto de Argentina— se estrelló contra el suelo en Marayes, San Juan.

Luego, años más tarde Barón Biza fue financista de la campaña de Amadeo Sabattini como gobernador de Córdoba y se enamoró de su hija, Clotilde, de 16 años, veinte años menos que él. Tuvieron tres hijos: Carlos, Jorge y María Cristina. En octubre de 1950 Alberto Sabattini, hermano de Clotilde, se enfrentó a balazos con Barón Biza, resultando ambos heridos.
En 1953 su matrimonio se rompió definitivamente.

El 16 de agosto de 1964, Clotilde Sabattini se iba a reunir con sus abogados para terminar con los trámites de la separación. En una discusión, a los pocos minutos de recibirlos, Barón Biza —que había ofrecido un vaso de whisky a los letrados— tiró el contenido de otro vaso al rostro de su esposa. Contenía ácido sulfúrico, que le produjo gravísimas quemaduras. Barón Biza huyó del lugar mientras los abogados trasladaban a la mujer al Hospital del Quemado, donde fue intervenida en la cara, el pecho y las manos. Tras la denuncia, la policía allanó su residencia al día siguiente; en el dormitorio hallaron el cadáver de Raúl, que se había disparado a la sien. Su cuerpo reposa debajo de un olivo, a pocos metros del obelisco que erigiera en honor de Myriam Stefford. Tanto su exmujer como su hija María Cristina y su hijo Jorge se suicidaron en años posteriores.


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