La “Seño Yoli”, 30 años en las aulas de la escuela de Villa Oviedo

EDICIÓN IMPRESA

Sociedad21 de abril de 2017 Diario Sumario
Por Vanesa Díaz
De Nuestra Redacción
 
Yolanda Moreschi de Guardabassi se acercó a la redacción de Sumario, el diario de los viernes con una carta. Pocos días habían pasado desde que se reabrieron las puertas de la escuela de Villa Oviedo, donde ella trabajó 30 años. Con letra de maestra había redactado unas líneas diciendo "¡gracias!” a quienes habían logrado ese hecho. "Yo tengo 85 años y cuando llegué a la escuela el día de la inauguración me sentí de 20. Me desbordó la emoción”, cuenta. El antiguo edificio abrió sus aulas nuevamente el 3 de abril, para albergar a los niños del nivel inicial del Instituto Padre Viera, de la Fundación Effetá. La "Seño Yoli”, como la recuerdan sus alumnos, trabajó en ese edificio desde 1954 hasta 1984, cuando se jubiló. Esta mujer "nacida y criada cerca del camino de Los lecheros”, luchó contra el machismo en su familia, hizo el secundario cuando no era para todos y formó una familia que la ha convertido en bisabuela.

¿Cómo decidió ser docente Yoli?
Fui docente desde que nací. Mis juegos eran jugar a ser maestra. como vivíamos en el campo la vida hacía que viviera en lo de un tío, del otro, era una nenita que venía del campo para poder estudiar. Cuando hacía los deberes siempre tenía los alumnos imaginarios haciendo los deberes conmigo, los retaba, los formaba en fila, tomaban distancia. También le daba clases a los peones. Apenas si sabía coser y les enseñaba a coser, era una atrevida. Está en el alma mía ser docente. ¿Y qué pienso de la docencia? Pienso que la liberación de la mujer, los primeros lugares que ocupa la mujer en su liberación de ese mundo tan machista es la docencia. La maestra era la segunda mamá, no estaba mal vista una mujer que sale a trabajar de maestra, con lo prejuiciosa que era la sociedad. 

También fue una de las impulsoras de la Escuela Nacional
Soy de la primera promoción del Colegio Nacional de Alta Gracia. Soy del grupo que salimos a la calle pidiendo el Colegio Nacional. Empiezo a estudiar de 18 años, en el 54. Fue un proceso muy bonito, porque era el tiempo de las conquistas amorosas, el proceso de ser igual al que iba a Córdoba, el que podía estudiar y vos no. Y no era cuestión de dinero, sino de apertura de mente de los padres. Yo aprendí que estudiar no era cuestión del que podía económicamente. De ir a Córdoba, tenía media hora de sulqui para llegar del campo a Alta Gracia, para tomar un ómnibus o un tren que salía a las 6 y media. Salir de la escuela a la una y media, tomar ómnibus, terminabas el día a las cinco y no habías hecho más que viajar. Para la hija de un italiano, de costumbres muy machistas, eso era algo imposible. Mis amigos, mis maestros de catequesis, los que tuvieron influencia en mí siempre me daban libros: Universitas, la Enciclopedia del niños. Me daban para que en el campo leyese. Ellos veían en mí un destino diferente. Tengo un entorno social que apuntaba a eso, donde no apuntaba mi papá. Para mi papá la mujer tenía que lavar, planchar, limpiar. Una sociedad totalmente machista que vos la vivías con naturalidad. Después vas abriendo los ojos y te transformas en un líder de la independencia de la mujer. Entro en la Acción Católica que también eran sacerdotes de mente abierta, que te van descubriendo. 
Aquí había un centro universitario y un centro secundario que los formaban los chicos que estudiaban en Córdoba. En la casa del Virrey Liniers funcionaba. Los secundarios nos juntábamos mucho para las fiestas del adolescente, el asalto, bailes. Nos enteramos que Eva (Perón) pasaba por el Crucero y nos fuimos hasta allá a pedir el colegio secundario. Le tiramos la carta adentro del auto. ¡Éramos unos caraduras!

Y en 1950 abre la Escuela
El 29 de mayo de 1950 se abre el colegio secundario en lo que es el colegio San Martín. Nosotros desfilamos de guardapolvo blanco representando el Colegio Nacional. Yo me disparé de mi casa, me vine a lo de una tía para estudiar. Mi papá venía y decía que no me daba permiso y mis tías peleaban por mi derecho a estudiar. Entre la vanidad, el orgullo, el amor propio, no estaba en la escuela porque me mandaban. Yo luchaba contra mi papá, tenía que entrar al magisterio del Carbó. Mis compañeras tenían 14, 15 y yo tenía 19, la motivación era otra, demostrar a mi papá que se puede. Me transformé en un luchadora. Yo fui la primera presidenta del Club Colegial del Nacional y el distintivo del colegio es de mi autoría. 

Y cómo comenzó a dar clases en Villa Oviedo
A decir verdad, en aquel entonces no existía Unión de Educadores, no existía Junta Calificadora.  Vos te recibías, tenías el político amigo, te daban el puesto. Un tío mío -Cano- era concejal y yo era la primera en la familia de este tío que había hecho un secundario. Como había vivido mucho con ellos, su regalo era darme el puesto y al puesto te lo tenia que dar el diputado y el diputado era Roberto Saieg, Me tuve que afiliar al partido, y así llego a Villa Oviedo, no a la escuela Liniers donde me habían nombrado. Las luchas y las conquistas sociales de tener un gremio, de tener una Junta Clasificadora cambiaron las cosas y hoy el mismo docente cuida su lugar. 
Llego a barrio Villa Oviedo, a la parte vieja de la escuela la había construido don Héctor Llorens y un aula grande en el fondo, el intendente Tomás García Vieyra. El frente era un alambre tejido con una tranquera. Después vino el gobierno de Juan Constantini que hace las dos aulas del frente y la entrada de la escuela. Cada director buscaba un aula más. Mis compañeras eran gente formada, eso te contiene. A veces, cuando uno habla de la vida, tenés que hacer estas acotaciones porque la gente puede creer que lo tuyo es vanidad y yo creo que es haber estado en un lugar justo y oportuno y haber aprovechado esas circunstancias. Desde el primer día le he puesto todo el esfuerzo. En los 30 años nunca pedí traslado, si renuncié al cargo fue por persecución de los milicos. Estuve 5 años sin trabajar hasta que lleg la democracia. Vuelvo al colegio en el '83 y me jubilo en el '84.

¿Qué recuerdos le quedan?
Hoy camino por la calle y cada dos pasos me encuentro con alguien que fue mi alumno y me saluda, me dice señorita Yoli. Eso es maravilloso. En Villa Oviedo encontré amor y dejé amor. Me enamoré de la gente. La escuela se crea por un decreto, mi aula era el comedor: unos caballetes de aluminio con un tablón y unos bancos largos, y los chiquitos del jardín patitas al aire sin respaldar. Y así fuimos consiguiendo el apoyo de las familias del barrio, hacíamos rifas, quermeses... En un momento me compré una moto y así llevaba la leche y el pan para los chicos. 

Yoli tiene una importante formación cristiana, que también la llevó a participar en instancias como la Acción Católica y los mallines que se conformaban para los jóvenes. "Todo eso que viví hace una melange en tu formación. Como cuando preparás una de estas bebidas explosivas: le ponés fernet, vodka, y lo que sale de ahí es pa' mamarse”, dice entre risas y agrega: "A mí lo que me dieron fue leche, jugo de naranja, una sandía, un melón y salió esto. Un gran compromiso social cristiano”. 

¿Qué visión tiene sobre la educación actual?
Nosotros teníamos muchos valores, que algunos se han perdido. Pero en la casa también hemos vivido los desvalores hacia la mujer. "Tú te callas, los niños no hablan en la mesa”, lo has vivido y no sé cuánto de todo eso lo llevaste al: "se callan todos, aquí no habla nadie”. Se ha pasado de un maestro dando clase y un alumno escuchando, a una escuela participativa donde el movimiento puede ser integración. Soy una persona muy grande pero no estoy arraigada o enamorada de lo que fue la educación, todo es evolutivo. Hoy la enseñanza es más dialogada, más discutida. El chico aprende no por imposición sino porque ha aprendido, ha discutido un conocimiento. La tecnología hace un mundo totalmente diferente.

¿Qué cualidades debe tener una maestra?
Estar enamorada de lo que hace. Si va a trabajar a desgano y a disgusto, la docencia no es fácil. A los chicos te los metés en  el bolsillo tirándote al piso a jugar con ellos. Por eso tenemos que jubilarnos jóvenes, porque ya no podemos tirarnos al piso a jugar con ellos. No son grandes descubrimientos, ni verdades filosóficas. Estoy hablando de la vida.
 
Yoli Guardabassi

 
¡GRACIAS!
El día lunes 3 de abril la "Fundación Effetá” celebró con gozo la "Inauguración de un edificio” y la apertura de un nivel educacional la creación del Jardín de Infantes "Padre Domingo Viera”.
Quiero a través de este medio felicitar y agradecer a los Directivos y a todos en general, que forman la Fundación por la maravillosa idea de abrir una puerta para llevar educación; en especial a este barrio tan querido, compuesto por familias muy colaboradoras, por la integración que esto significa de estos niños a una vida más digna; por el acceso a la educación (sólo la educación nos hará libres, sólo la educación nos hará gustar de los verdaderos valores), Pero lo que más me emocionó es la recuperación del edificio (estaba perdido y ha vuelto, como dice la parábola del "Hijo pródigo” del Evangelio. Estaba muerto y ha resucitado ¡Aleluya!). Lo han recuperado para devolverlo a su razón de ser (ser escuela).
Cada uno de sus ladrillos, cada una de esas aulas significan años de luchas, de gestiones. Cada una corresponde al esfuerzo de un período diferente del gobierno municipal (el edificio siempre fue municipal) al crecimiento de la escuela, un nuevo esfuerzo del municipio para proveerle de una nueva aula, de un nuevo espacio, para contener a los niños.
Un agradecimiento especial y merecido a las autoridades municipales que supieron ver, supieron ser generosos cediendo este edificio a la Fundación Effetá, con fines educativos y ser usado para la educación.
¡Gracias! ¡Gracias! A todos los que han hecho posible esta realidad. "Que la escuela vuelva a ser escuela”.
Este agradecimiento no es personal, incluye a todos y cada uno de los docentes que un día tuvimos la dicha de ejercer nuestra vocación: "educar, enseñar” en este edificio. ¡Qué emoción verlo tan lindo! ¡Recuperado! 
Es un edifico que nació para ser escuela; ha sido recuperado para ser escuela; y espero lo respeten y siempre sea escuela. Esto es cuidar la dignidad del edificio, dirán son paredes; sí son paredes especiales; estas paredes hacen "Escuela”.
Tanta emoción, mueve mis recuerdos y en ellos están los pioneros, los primeros directores. El maestro Enrique Montamat; la señora Celestina Molinari de Agüero, la señora Josefa Montero de Cámara, estoy segura que ellos también dicen ¡presente! Y festejan este logro.
Ver recuperado el edificio es para todos una alegría indescriptible, una emoción incontrolable.

Yoli Guardabassi


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