La forma, por sobre el contenido

Editoriales30 de octubre de 2015 Diario Sumario
El próximo 2 de abril, se cumplirán 100 años de la victoria electoral que llevó a la Presidencia de la nación a Hipólito Yrigoyen. Fue la primera vez que se aplicó la Ley 8.871 a la ley General de Elecciones, sancionada por el Congreso de la Nación Argentina el 10 de febrero de 1912, históricamente conocida como Ley Saénz Peña, que estableció la universalidad del voto y el carácter secreto del mismo. Nunca más la derecha argentina llegó al gobierno por elecciones. A partir de 1916, lo consiguió ya sea a través de golpes de Estado, o bien acordando o imponiendo espacios de poder y políticas económicas a dirigentes del radicalismo primero -y del peronismo más tarde- que aplicaron medidas de gobierno repudiadas por sus votantes. A 103 años de la Ley Saénz Peña, Mauricio Macri tiene la chance de convertirse en el primer dirigente de la derecha argentina en llegar al gobierno de la mano del voto popular. Fue justamente Yrigoyen el primer presidente en aplicar algunas políticas fundamentales para el desarrollo nacionalindependeinte. La creación de YPF en 1922 fue sin dudas la más trascendente de las muchas que impulsó. De allí en más -y durante casi un siglo- los argentinos construyeron el Estado que Carlos Menem destruyó en apenas diez (logrando lo que ni la Dictadura había conseguido), y cuya reconstrucción se puso en marcha hace sólo doce. No se trata de un proceso lineal, en todo momento existieron avances y retrocesos de acuerdo a una variada multiplicidad de factores. Existieron y existen presiones y cambio de posicionamientos en un abanico de alianzas de intereses muchas veces contrapuestos. Ello explica que si bien en la llamada década ganada por un lado se alcanzaron niveles redistributivos importantísimos, se incentivó el mercado interno y se avanzó fuertemente en la ampliación de derechos, por otra parte el sistema financiero fue el sector con mayor rentabilidad de la economía argentina y la concentración económica se profundizó. La realización anual de paritarias -con todas las debilidades del caso y aún a riesgo de ser absorbidas por la inflación- dista mucho del congelamiento salarial contenido en la "reducción del gasto público” que proponen los economistas del PRO. De hecho, ya trascendió que Alfonso Pat Gray sería Ministro de Economía en un eventual gobierno de Macri y que para frenar la inflación impulsaría una concertación entre empresarios y sindicatos. Por su parte, la gobernadora del principal distrito del país, María Eugenia Vidal, ya anticipó que en materia de educación "el tema no pasa por los salarios docentes”. La suba en las cotizaciones de bonos argentinos en Nueva York y la euforia de "los mercados” constituyen otra clara muestra de quiénes serán los beneficiados de un gobierno de derecha en Argentina. Con todo, que el candidato oficialista Daniel Scioli venciera a Macri en la primera vuelta por un exiguo porcentaje, no parece obedecer ala comparación de modelos o programas, sino más bien de las formas. Durante la campaña posterior a las Primarias, Macri giró su discurso y hasta lo kirchnerizó, en una estrategia que buscó sacar a los contenidosdel centro del debate, y entrampó a Scioli en una pelea de formas, donde la noción de cambio suele resultar atractiva. El marketing electoral –fortalecido por una acción sistemática de los medios del capital concentrado- instaló en un vasto sector de la sociedad el desagrado hacia las formas del gobierno en la cima de las motivaciones para inducir el voto. Por otra parte, se instaló de igual modo que "Scioli y Macri son lo mismo”, ocultando que a pesar que puedan serlo, resultan muy diferentes las bases de sustentación social de uno y otro, y su capacidad para condicionar y hasta evitar traiciones del futuro gobierno. El balotaje del próximo 22 de noviembre constituye una prueba de fuego para la identidad peronista. Como ya lo expresaron varios dirigentes –Felipe Solá, entre ellos- que no digieren la idea de votar a Macri a pesar de los deseos de Sergio Massa y José de la Sota. Los principales dirigentes de UNA, convertidos en árbitros de la elección, ven una gran oportunidad de pasar a la oposición liderando el peronismo tras una derrota de Scioli. Pero aún así, a muchos de ellos el jefe de gobierno porteño les resulta un sapo imposible de tragar. No hay antecedentes sobre el comportamiento electoral de los argentinos en un balotaje. El 22 de noviembre, se acabarán las dudas.
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