Un negocio redondo

La guerra por la basura

Edición Impresa09 de noviembre de 2021 Diario Sumario

Un viejo tenedor descartable, un retazo de lana, un pedazo de cartón, plastilina y los ojos que se le salieron a un peluche. Esos son los elementos con los que Bonnie, la niña que protagoniza el film Toy Story 4 crea a Forky (cuya traducción del inglés es “tenedorcito”), su nuevo compañero. Woody, el personaje principal de toda la saga de películas, deberá explicarle su rol como juguete favorito de la niña. El problema es que Forky proviene de un cesto de residuos y todo lo que quiere es regresar allí. “La basura es acogedora, cálida y segura”, le discute el tenedor con brazos y pies al vaquero de trapo. Woody intenta una vez más transmitirle el concepto de compañía. Al entenderlo, Forky deduce: “¡Soy su basura!”. La emoción lo hace correr a toda prisa de nuevo junto a la niña. La película de Pixar gira en torno al eje de que aquello que unos consideran un desecho puede ser un tesoro para otros y plantea la conservación y reutilización de los objetos como filosofía.
No es casualidad que la multinacional haya elegido esa temática para uno de sus filmes más taquilleros de 2019. Desde hace una década, la empresa se ha esforzado por desterrar los personajes perfectos y estereotipados que fueron objetos de muchas críticas y buscar transmitir mensajes políticamente correctos en sus producciones. Las malvadas madrastras deseosas de asesinar niñas porque les compiten en belleza ya pasaron de moda. En los años 90, la historia de los juguetes que cobran vida sorprendió al público y treinta años después, el protagonista de la película es un objeto construido a partir de basura. A lo largo del filme, la palabra basura se convertirá en sinónimo de amistad o compañerismo.
En las últimas décadas, el tratamiento de los residuos sólidos urbanos ha sido tema de debate en el mundo entero. A la mera acumulación e incineración de los basurales a cielo abierto, le siguió el enterramiento, la separación y la quema de algunos componentes de la basura. El discurso ambiental cobró relevancia y también el capitalismo intervino, otorgándole un valor a los desechos que antes no tenía. El plástico es un derivado del petróleo y -además de tratarse de un recurso no renovable- su valor varía constantemente. Sin embargo, al plantear la posibilidad de fabricarlo en base al mismo material que ha sido arrojado a la basura, la ecuación cambia. Lo mismo sucede con el cartón, el papel, el vidrio y el metal. El reciclado se convierte de este modo en una industria más, en donde existe una materia prima de muy fácil obtención y distintas posibilidades de agregar valor.
En Argentina, se produce una tonelada de basura cada dos segundos. Casi la mitad está compuesta por residuos orgánicos, que integran un 49 por ciento del total. Le siguen, con el 18 por ciento, otros tipos de desechos sin clasificar. Posteriormente, los plásticos conforman un 15 por ciento y el papel y cartón, el 14. Un 3 por ciento de la basura está compuesta por vidrios y un 2 por ciento por metales. La mayoría de esos residuos van a parar a rellenos sanitarios. A nivel nacional, sólo un 15 por ciento de la basura se recicla, aunque esos números varían por regiones. En la provincia de Córdoba, el porcentaje se ubica por debajo de 5. 
“Hoy por hoy, el papel, el cartón, el vidrio, el metal y el plástico son comodities cuyo valor se modifica en relación con el precio del dólar y del petróleo. En este momento, esa cifra está subiendo de acuerdo con una suba del valor del barril de petróleo y una crisis internacional derivada de ello” explica a Sumario Mario Toranzo, emprendedor Pyme del rubro de la recuperación de residuos.
El reciclaje es un negocio incipiente, pero prometedor. A nivel nacional, algunas empresas que se dedican a este proceso consiguieron adquirir un volumen impresionantemente alto de desechos. Reciclar Sociedad Anónima es una de ellas. Trabaja con unas 100 toneladas diarias de plásticos PET. Para que sirva como punto de comparación, en toda la provincia de Córdoba se reciclan solo cinco toneladas mensuales. Esta empresa, ubicada en Sarandí, provincia de Buenos Aires, es la misma que fabrica la materia prima de Embotelladora del Atlántico, empresa de la Compañía Coca Cola. Comenzó a trabajar en el país hace 50 años, reciclando botellas de vidrio.
El PET es uno de los tipos de plástico que requieren una inversión millonaria e inaccesible para municipios chicos o empresas que no sean grandes multinacionales. En todo el país, hay solo tres firmas que trabajan reciclándolo. Sin embargo, las alternativas de venta de la materia prima y agregado de valor son variadas. 
El streach de plástico y el material duro con el que se fabrican juguetes son posibles de reciclar en procedimientos que no son tan costosos. De hecho, en la provincia de Córdoba hay varias Pymes que trabajan en ello. El cartón y el papel es acaparado en gran medida por Cartocor, una empresa del Grupo Arcor radicada en Jesús María. 
Pero, aunque no se llegue a cumplir el proceso de reciclado de los materiales, hay otras maneras de agregar valor a la materia prima. “Clasificar y prensar ya genera un valor agregado. Y una planta de clasificación y prensado requiere una inversión moderada. Es algo caro, pero no inviable. Es posible que eso se realice en un municipio chico” considera Toranzo.
Inicia la tercera década del siglo 21 con dos variables: una sociedad que reclama un tratamiento de los residuos sustentable y en armonía con el medio ambiente, por un lado y un negocio que nace entre lo que se tira al cesto de la basura, por otro.


 

Algunas experiencias en Córdoba

En Córdoba, hay varias experiencias de reciclado. Algunas de ellas no necesariamente son grandes empresas internacionales, sino que se trata de iniciativas de algunas Pymes u organizaciones que realizaron convenios con el Estado. Uno de los ejemplos se encuentra en Campo de la Ribera, donde trabaja la Fundación Mundo Müller, conducida por el padre Mariano Oberlin. Allí, miles de botellas y tapitas de plástico se convierten nuevamente en material utilizable. Lo que crean es lo que le llaman “madera de plástico”, un elemento que permite fabricar distintos mobiliarios. Para hacerlo, cuentan con un molino triturador que reduce el material en bruto, una agrumadora que lo transforma en pequeñas partículas y finalmente la extrusora que lo derrite, compacta y lo expulsa con la forma de las distintas matrices con las que trabajan. Las máquinas fueron adquiridas por la Municipalidad de Córdoba y, a cambio, el gobierno tiene prioridad a la hora de comprar los elementos. Así es como gran parte de los objetos de las plazas de la ciudad son realizados por esa fundación, que también le vende a privados. "Somos los únicos en Córdoba que hacemos esto", explicaba al portal Cba24n Sergio Colazo, encargado del emprendimiento, "y tuvimos que ir aprendiendo mientras producíamos. Al principio usábamos cualquier plástico y nos cansamos de romper matrices. Hoy ya sabemos cuál nos sirve". Posteriormente, brinda detalles del material que producen: "Se puede trabajar como cualquier madera: la podés lijar, cepillar, pintar, perfilar. Hacés lo que querés. Es más, si nos traés plástico suficiente de un color determinado, la madera te sale de ese color".
Una de las empresas que mayor trayectoria tiene en Córdoba en el tratamiento de los plásticos es “Desarrollos Sostenibles S.R.L.”. Desde hace más de veinticinco años están en el rubro y la principal fuente de ingresos de materia prima para el proceso es el residuo industrial. Uno de sus más grandes proveedores es la fábrica Fiat. Sin embargo, no descartan el trabajo con desechos de particulares. De hecho, este año presentaron una innovadora bicicleta que tritura botellas y produce un granulado que es la materia prima para iniciar el proceso de reciclado. La empresa buscará instalar veintidós ReciU Bike, como se llama el invento, en marzo de 2022. Para ello, requerirá una inversión de un millón de pesos. “ReciU Bike está pensada, diseñada y desarrollada para ser instalada en gimnasios, escuelas, plazas y paseos públicos, eventos masivos, convirtiendo a los visitantes en recicladores activos, motivando el reciclado y posterior reutilización de las botellas que consumen y desechan, muchas veces en la vía pública o en cestos no clasificados, evitando que esos residuos terminen contaminando el ambiente” explicó Mauricio Donemberg, quien fundó la empresa junto a su socio Amadeo Sabattini. 
Por otro lado, existen algunas propuestas que apuntan a recuperar aquellos residuos de quienes no están dispuestos a trasladar sus desechos a puntos específicos. Ecolink se encarga de trasladar la basura desde domicilios particulares a las cooperativas de recuperadores urbanos. Para ello, la empresa alquila tachos de basura y vende composteras a sus clientes a fin de favorecer la separación en origen. 

 

¿Y lo que no se recicla?

El 95 por ciento de los residuos de la provincia de Córdoba no son separados ni reciclados. Se tiran a una misma bolsa desechos orgánicos, latas, vidrio, cartón y plástico que luego es depositada en canastos para que se lo lleven los recolectores. En 30 ciudades, incluyendo la capital provincial, los camiones que recogen las bolsas de residuos van a parar al predio de enterramiento sanitario de Piedras Blancas. Se trata de un predio ubicado a la vera de la ruta 36, a pocos kilómetros de Bouwer. Es administrado en conjunto por la empresa Cormecor (ente privado conformado por los distintos municipios) y el Sindicato Único de Recolectores de Residuos y Barrido de Córdoba (Surrbac).
Una vez que la basura ingresa al predio, comienza el tratamiento. El primer paso es pesarla, para saber cuánto proviene de cada localidad. De esa manera, además, la empresa puede facturarle a los municipios, que pagan por tonelada de basura que depositan en el predio.
Los residuos transportan mucha información. Para Jorge de Nápoli, director de Cormecor, el dato más importante que viaja en los camiones recolectores es poblacional. “No hay mejor censo que la basura”, asegura enfáticamente. Sin embargo, Fernando Oviedo, Ejecutivo de Cuentas de la empresa, no se muestra tan seguro de que sea una cifra tan lineal. “Hay que ver las políticas que se implementan en distintas localidades. Hay lugares en los que la cantidad de basura está disminuyendo y eso no significa que haya menos habitantes, sino que las municipalidades implementaron sistemas de recuperación de residuos” señala. Como ejemplo, Oviedo utiliza a Alta Gracia.
En 2015, la ciudad envió a Piedras Blancas un promedio mensual de 1.227,81 toneladas de basura. La cifra fue en aumento hasta el inicio de la pandemia: 1.448,91 en 2017; 1467,33 en 2019… El confinamiento y el cierre de algunas actividades comerciales llevaron a que las toneladas de basura que llegaban al enterramiento fueran menos. Sucedió en todas las localidades. Por eso, Alta Gracia envió en 2020 un promedio de 1.308,40 toneladas de basura a Piedras Blancas. En 2021, los cierres fueron menores y el confinamiento menos estricto. Pero igualmente se redujo la cantidad promedio de residuos. En lo que va del año, la ciudad trasladó 1.242,75 toneladas de basura, apenas superando la cifra de 2015. Pero, además, al analizar las cifras mensuales, se puede apreciar un descenso en los últimos meses, a partir de abril y mayo.
En base a la cantidad de basura que llega a Piedras Blancas, Cormecor realiza una proyección de la población en las distintas localidades que llevan sus residuos al enterramiento. En el caso de Alta Gracia, se estima que la población actual sería de unos 59.932 habitantes.

Un recorrido por Piedras Blancas

José Vollenweider avanza a paso tranquilo por los caminos del predio de enterramiento de residuos sólidos urbanos Piedras Blancas. Es una mañana soleada y cálida, el viento de la primavera seca sopla desde el norte y el polvillo flota en el aire. Mientras camina para recibir al equipo periodístico y fotográfico de Sumario, se vislumbran tras él las trepadas de la última fosa de enterramiento y los camiones con basura de distintas localidades descargando. El sonido de los motores es constante en el lugar: camiones, palas, compactadoras, un trabajo que se realiza sin descanso: veinticuatro horas al día, siete días a la semana y 365 días al año. La producción de basura no descansa. Y el tratamiento de los residuos tampoco.
Vollenweider, director de Cormecor, invita a los periodistas de este medio a recorrer el predio y realizar preguntas sobre el proceso de tratamiento de los residuos. “No es un basural, es un relleno sanitario” comienza a explicar en lo que es el inicio de un recorrido didáctico. La visita comienza en la nueva báscula, que se utiliza para pesar los residuos que provienen de las diferentes localidades del área metropolitana -excluyendo a la capital provincial-, de los particulares, de los barrios cerrados y empresas. En la báscula anterior, se calcula el peso de la basura que proviene de la ciudad de Córdoba. “Entre las dos, a este predio entran unas 2.200 toneladas diarias” explica el directivo de la empresa.
El predio de enterramiento recibe residuos de diferentes localidades. Con el paso de los años, los números poblacionales de los distintos municipios y comunas fueron aumentando por un lado y, por otro, también tuvieron impulso políticas de separación de residuos y de reciclado. Posiblemente sean estas últimas las que hicieron que, más allá de las diferentes cifras de habitantes en cada localidad, la cantidad de basura que llega a Piedras Blancas no se haya modificado.
El recorrido continúa camino al frente de trabajo, donde se realizan las descargas. Mientras explica el funcionamiento y procesamiento en la planta, Vollenweider supervisa las tareas que se realizan. “No, no, acá no… eso, allá”, le indica a un camionero que se apresta a destapar su carga. El hombre asiente, vuelve a cubrir el acoplado del vehículo y sigue su marcha. “Son pocos metros, pero si destapa el camión acá, lo más liviano se va a volar y luego habrá que mandar una cuadrilla a recoger lo que haya perdido en el camino”, explica el director a los periodistas.
A la vera de la ruta 36, entre Bouwer y Córdoba, el paisaje es llano. Las extensiones de campo permiten ver hasta un horizonte que parece infinito. Solamente algunas líneas de árboles, entre campo y campo, interrumpen aquella vastedad. Sin embargo, en Piedras Blancas, el relieve parece de serranías. Las fosas de 18 metros de profundidad contienen a su alrededor el suelo con el que posteriormente se procederá al rellenado. Eso hace que se vea como si hubiera pequeñas colinas. Además, los desechos de escombros han sido utilizados para la infraestructura del predio y los caminos por los que acceden los camiones.
En el frente de trabajo, son tres las maquinarias que realizan labores en una sincronización constante: los camiones recolectores descargan los residuos hacia las fosas. Allí, las topadoras distribuyen la basura de manera que no se acumule toda en el mismo punto. Entonces, llega el turno de las compactadoras. Al bajar del camión, un metro cuadrado de basura contenía 0,4 kilogramos. Cuando termina el proceso de compactación, el peso por metro cuadrado es de 900 kilos. Una vez compactados, los desechos se cubren con una capa de suelo… y luego, nuevamente, residuos. “Capa y capa, como un sándwich de miga” indica Vollenweider.
El complejo de Piedras Blancas tiene los días contados y quienes están al frente de la gestión de residuos de la capital cordobesa y otras 29 localidades de la provincia lo tienen claro. El proceso de enterramiento implica que, al llegar a la última capa, se siembra vegetación y no se puede volver a utilizar ese sector para el mismo fin. Por eso mismo, el espacio es finito. En diciembre de 2020, la Municipalidad de Córdoba encaró la expropiación de 42 hectáreas colindantes al predio a fin de ampliar el sector de relleno sanitario. Con esa extensión, el funcionamiento de la planta de enterramiento se podría extender alrededor de una década. “Los papeles dicen unos siete años, pero nosotros que trabajamos con la basura sabemos que pueden ser unos diez” afirma Vollenweider.
El recorrido continúa cuesta arriba, hacia el sector oeste del predio. Allí, las ramas predominan en el paisaje. Son los restos de poda recolectados en barrios privados y algunas ciudades como Córdoba, que los depositan directamente en Piedras Blancas. Una chipeadora convierte la madera en aserrín. “Con el material que se extrae de acá, más los residuos orgánicos que se pueden recuperar, hacemos compostaje. Eso lo utilizamos para crear la cubierta final con suelo vegetal una vez que se deja de enterrar” explica Vollenweider. Posteriormente, se lamenta y promete: “Es una pena que todavía no hayan llegado las lluvias, en verano, ese paisaje va a estar todo verde”.

Todo lo que puede producir la basura

En la mayoría de los hogares, un paquete de galletas, la cáscara de una banana o una lata vacía se arrojan al mismo tacho sin detenerse a observar los diferentes materiales. Sin embargo, la basura no es una sola cosa y tiene tantas posibilidades como distinciones entre sus componentes. Orgánico, para compostaje; plásticos, para reciclado; papel y cartón se pueden reutilizar y algunas gomas se convierten en combustible derivado de residuo (CDR). En Piedras Blancas, se realizan distintos procesos que buscan aprovechar y reutilizar los distintos desechos que llegan hasta allí.
En las fosas de enterramiento, los líquidos que se desprenden de los residuos van a parar todos a un caño central. “Toda la fosa está recubierta con una membrana de manera que los líquidos no migren hacia las napas. Igualmente, en esta zona el suelo es muy arcilloso y las napas se encuentran a 70 metros de profundidad. Eso hace que sea un sitio propicio para colocar el relleno sanitario” aclara Vollenweider. Y luego explica que se está construyendo un laboratorio en el que se analizarán y procesarán los distintos líquidos que se recuperan de la fosa. Una vez tratados, se utilizan para el riego del suelo vegetal. 
El pozo de enterramiento, por otro lado, está rodeado de salidas de aire. Se trata de pruebas de perforaciones que se realizan para el análisis de los gases que despiden los residuos. La intención es que esos también sean recuperados para utilizarse como combustibles. Unos metros hacia el este, se está construyendo una planta para el tratamiento de pilas, que actualmente son enviadas a Rosario.
Los neumáticos, por su parte, tienen otro destino. Son enviados junto a otros materiales a una máquina trituradora. El aparato es totalmente automático y separa el material orgánico del inorgánico. El primero se destina al compostaje. El segundo, se lo lleva la empresa Holcim. Es que la cementera utiliza esos desechos para crear CDR con los que pone en funcionamiento algunos de sus hornos. “De los residuos que pasan por este sector, la mitad va para la empresa y la otra mitad se convierte en la cobertura final del suelo” indica Vollenweider.
La basura, aquellos desechos que son mirados con asco y desprecio por muchos, representan para otros un sinfín de oportunidades. Cada aprovechamiento de los recursos implica convenios comerciales y convierte a la empresa encargada de gestionar los desechos en una mina cada vez más atractiva. Sin embargo, el espacio limitado implica necesariamente que haya que reducir la cantidad de los residuos que llegan en los camiones recolectores. “La separación en origen es fundamental” sentencia Vollenweider antes de entrar en terreno escabroso y dar su opinión sobre el fallo del TSJ que le impidió a Cormecor instalar el predio de enterramiento a cuatro kilómetros de Villa Parque Santa Ana. “Es un despropósito lo que ha hecho la Justicia. Además, los argumentos que esgrimen algunos vecinos son falaces. Es mentira que no se entierra más en ningún lugar del mundo. En Estados Unidos hay enterramiento. No hay en Europa, pero principalmente porque no tienen lugar. Después, existen planteos que dicen que hagamos hornos como en Noruega. No tienen idea de la inversión multimillonaria que es eso. Y en Noruega, los residuos orgánicos no llegan a la basura. Hacer la separación, si no es en origen, costaría muchísimo dinero a los municipios. Por no mencionar el mantenimiento que estos sistemas implican ¿Estamos preparados para esa tecnología?” se pregunta y deja la inquietud abierta. “Por ahí, la gente habla porque entra en Google y encuentra cualquier cosa” finaliza.

 

Un nuevo negocio

Así como en la película Toy Story, el significado de la palabra basura ha ido cambiando. O al menos se modificaron las implicancias de lo que son los residuos. Décadas atrás, se trataba de un estorbo, de algo con lo que no se sabía qué hacer. Actualmente, hay distintas opciones para su tratamiento y también surge como un negocio incipiente. Eso lleva a que se sumen los interesados en abordarlo y que los diferentes estados impulsen políticas de separación de la basura. Si participar en una actividad económicamente rentable implica también hacerlo desde un discurso ambientalista y de cuidado del planeta, entonces se convierte en un negocio redondo para muchos gobernantes.

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