El pintor de los cristos cartoneros

Cultura02 de noviembre de 2007 Diario Sumario
Daniel Falabella comenzó a dibujar en la colimba, para matar el tiempo. Allí notó que tenía cierta capacidad, que podía realizar algo. Tomó clases con José Langero, de quién aprendió el manejo de la luz y la sombra (lo que le permitió concretar con los lápices delicadísimas imágenes surrealistas en las que, por ejemplo, el mantel de una mesa es, a la vez, la tela del saco de un burócrata retratado en un cuadro (cuya cabeza es, si miramos bien, de un papel blanco gruesísimo…) Estudió luego en la Escuela de Bellas Artes de la UNC hasta dar finalmente con el escultor Carlos Peiteado a quien considera su verdadero maestro. Todos los sábados, durante cinco años, asistió a su taller para aprender a delinear, con modelos vivos, la figura humana. Pinta incansablemente desde entonces (excepto los días de mucho calor), a pesar de no querer exponer nada en ningún lado. Sus ingresos provienen de su taller de marcos y, rarísimamente, dice, de la pintura. Estaba viendo las pinturas religiosas que estás haciendo ahora y noté que en uno de los cuadros hay un santo ayudando a un Cristo a bajar de la cruz, con un pie apoyado sobre el corcho de una bote-lla de vino… Como si quisieras decir que ese santo pisa un corcho y se pone en pedo… (risas) No, para mí la botella llena de vino es un símbolo de lo que dijo Jesús cuando se despidió: “Repartan el pan y tomen el vino, para acordarse de mí”. Ese vino tiene color sangre. ¿Y por qué está pisando el corcho? Y, sí… (risas). Debe tener algo que ver con lo que dijiste… ¿Cuándo comenzaste a pintar esta serie? En febrero del 2007.Yo siempre quise pintar cristos y nunca me animé, no sé por qué. ¿Sos religioso? Creo en Dios. Mi viejo, de hecho, fue seminarista, y casi se recibe de cura. O sea, que tuve toda una instrucción católica. Pero lo que me llevó a hacer estas pinturas fueron dos biografías de Chesterton, que leí. Una sobre Santo Tomás de Aquino, y la otra sobre San Francisco de Asís. Me movilizaron totalmente. Pero vos, desde que te conozco, siempre has sido un tipo transgresor, que no se condice con la imagen de la persona que va a la iglesia… No, no, no. La iglesia para mí no cuenta para nada. Lo que cuenta es… Por ejemplo, San Francisco de Asís fundó una orden que se llamó Los perros de Dios. Hicieron un manifiesto en el que proponían la renuncia absoluta a toda posesión. Se hicieron crotos, andaban a pata, hacían ayunos, comían cuando pintaba… Lo único que querían era predicar el evangelio. A través de la poesía. Porque San Francisco fue un poeta del cristianismo. La misma iglesia los perseguía, los quería hacer cagar… Más allá de ser cristianos o no, es conmovedor el hecho. Vos pintás cristos con la cruz acostada, de espaldas, como esos linyeras que uno ve durmiendo en la calle. Claro, exactamente. No he visto antecedentes históricos de cristos pintados de espalda. Y menos, apoliyando como crotos. Y tiene que ver con lo que está viviendo una porción de la gente en este país, ¿no? ¡Totalmente! No solamente en el cono urbano bonaerense. Acá mismo, en Córdoba, loco, yo voy a visitar a mi ex mujer y hay un tipo que vive en la vereda, y vos lo ves ¡y está apoliyando así! ¡Está lleno de cristos cartoneros crotos! ¿Crees que a través de los partidos políticos que podemos votar en las elecciones hay alguna posibilidad de crecimiento, de salir adelante? No, no, no. Para nada. Yo, la última vez que voté, fue a Alfonsín. Creo que va para atrás como perro atado con gomas, todo. Hay ciertas ideas humorísticas en tus cuadros. Por ejemplo, ese de la vaca que le está diciendo algo a otra… Secreto, se llama. Para mí, que le está diciendo: “Loca, rajemos, porque se viene el camión jaula”. En los objetos que hacés, he visto que empleás desde marcos de ventanas y tablas, hasta huesos y guillotinas… ¿Viste? Como dicen Los Redondos: “Y como una sombra, la parca siempre viene detrás”. Yo la tengo reclara. ¿Te impresionó mucho la muerte de tu padre? Sí, ahí me cambió todo. Lo abrieron así, de golpe, y el médico dijo: “Loco, tu viejo tiene sesenta días de vida”. Entonces, en esos dos meses que le quedaban, me puse a laburar de una forma tan intensa… Porque era lo único que me calmaba la angustia. Hice una serie de imágenes de tipos que ya estaban en el cielo, o que caían en el espacio, y en la habitación donde estaba internado mi viejo, se las mostraba. ¿Y que decía? Sabía todo lo que estaba pasando, nadie le mintió. Ahí aproveché para decirle que en adelante iba a ser pintor, que en ese momento estaba pintando para él, y que siempre iba a conservar esa parte de mi obra. Fue una cosa muy dura, pero a la vez tuve todo el tiempo del mundo para hablar, reconciliarme. ¿Vas a seguir con las pinturas religiosas? Sí, vos sabés que la quise dejar, pero dos noches seguidas soñé con una virgen, con la misma virgen, mirando al niño, así. Siento que tengo que pintar esa imagen. Y lo voy a hacer.
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