La última noche de Myriam Stefford

ANIVERSARIO.

Cultura 25 de agosto de 2021 Diario Sumario

La Rioja; 25 de agosto de 1931.

Las noticias provenientes de Salta indicaban que El Chingolo había sido reemplazado por El Chingolo II, también un Messerschmitt BFW con 80 HP de potencia. La mujer que las revistas mostraban cubierta de joyas llegaría esa misma tarde.

Ella había nacido en Berna, Suiza, en algún momento de 1905, bajo el nombre de Rosa Martha Rossi Hoffmann. Era hija de un helveto-italiano y una helveto-alemana. Su padre trabajaba en una fábrica de chocolates y su madre era ama de casa. A sus quince años, ya se había escapado a Viena y Budapest, y a principios de los años veinte empezó su carrera de actriz. Se dedicaba a la actuación en el teatro en Viena (Austria), siendo además actriz en varias películas para el cine alemán bajo el sello de UFA, utilizando el seudónimo Myriam Stefford.

Una vez en Argentina, Myriam no había tardado en hacerse conocida. Las revistas sociales de moda se habían encargado de hablar de su belleza, de su carrera en el teatro y el cine, de las fiestas que daban en su estancia Los Cerrillos, en Alta Gracia, y de sus joyas. Las hermosas y costosísimas joyas, que su amante le había regalado: brazaletes de oro, brillantes y esmeraldas; un anillo coronado con un enorme diamante facetado de 45 quilates; regalos con que ella acostumbraba a posar para las fotos.

 

El accidente en el norte del país no detendría la travesía que buscaba unir 14 provincias argentinas. El propio Raúl Barón Biza había conseguido la aeronave sustituta para que su esposa, Myriam Stefford, continuara su viaje y concretara aquella hazaña a los 26 años y a sólo una semana de haber obtenido su brevet de piloto.

 

Raúl Carlos Barón Biza había nacido en Buenos Aires en 1899. Fue el menor de los cinco hijos de los millonarios Wilfrid Barón y Catalina Biza. En lo que constituía una verdadera rareza para la época, había abrazado la causa de la Unión Cívica Radical y era un fanático seguidor de Hipólito Yrigoyen, aunque una vez disgustado con el primer presidente radical de Argentina, no dudo en apoyar al golpe que lo derrocó en 1930. Escritor y político, heredero de una inmensa fortuna, Raúl había llevado una vida de play boy en Europa, donde había conocido a Myriam. Tras un rápido y apasionado romance, el 28 de agosto de 1930 habían contraído matrimonio.

 

Ella no viajaba sola.

La acompañaba el experimentado Ludwig Fusch, un piloto militar de la “escuadrilla negra”, de la aviación alemana durante La Gran Guerra. Ahora era instructor, precursor de la aviación argentina, empresario aeronáutico y representante de los aviones Messerschmitt. Estaba a punto de casarse con  Amy Schsamme.

 

Cuídemela mucho, es el único tesoro que no quiero perder - le había dicho Barón Biza a Fuchs al pie del avión, momentos antes del despegue inaugural, que el excéntrico millonario había concurrido a observar con sus amigos Luis Polo Ardizzi, Eduardo Lafontaine y varios periodistas.

 

La máquina remontó vuelo y en minutos surcaba el cielo a 160 kilómetros por hora.

La alterada alta sociedad riojana debería conformarse con poco. Apenas algunos saludos y presentaciones. Para aquel entonces La Rioja todavía no contaba con un aeropuerto, la pista de aterrizaje conocida como “Cancha de Aviación” era un descampado que hasta ese momento había sido poco utilizada. Se ubicaba en cercanías al Arco de Entrada. El día que Stefford había arribado se preparo un gran recibimiento, que incluyó la banda del Regimiento 15. Al aterrizar, una gran cantidad de público quizo conocer a una de las primeras mujeres piloto. Ambos fueron recibidos con honores y acompañados por las principales autoridades del gobierno. No habría una extensa fiesta en honor de los viajeros, quienes habían decidido volver a los cielos a las 7 de la mañana del día siguiente con destino a San Juan. Allí sí, se los esperaba con un exquisito banquete.

Lo que sigue... así lo reconstruyó Alejandro Covello: "Partieron de La Rioja a las 07 00 horas  de una mañana clara y limpia, el próximo destino era llegar temprano a San Juan. Tres horas de vuelo sin novedad, sólo alguna turbulencia en aire claro, típica de la zona desértica. Una cortante mueve el avión y lo hace ascender, otra lo desciende. Los pilotos prueban el efecto de la fuerza “g” negativa. De repente el avión toma una brusca posición ascendente, Myriam y Luis saben que no se trata de turbulencia. El Chingolo II entra en viraje sobre el lado derecho y luego una picada. Primero Myriam y luego Fuchs intentaron recuperar la aeronave, pero el Chingolo no les responde, es inútil mover los comandos.

Una chaveta de seguridad falla, la tuerca que asegura el perno a la varilla de comandos de profundidad también falla. La picada se transforma en irrecuperable. Ella ya lo sabe. Su compañero igual intenta lo imposible.

Myriam tiene tiempo de pensar en su origen, la Suiza blanca, en Raúl, su boda en Venecia, la fiesta en el Ritz Hotel, sus risas compartidas  y no pudo pensar más allá. Ya no habría más mañanas.Te fallé Raúl….te pido que me olvides…

En el desierto de Marayes quedó una hazaña convertida en tragedia. Madera, tela y cuerpos quemados, enredados entre escombros que forman la silueta del horror. Partículas que flotan en el aire. Un humo amargo y aroma negro".

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