Mamá, estudiante y ahora ingeniera

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Sociedad 17 de febrero de 2017 Diario Sumario
(Alta Gracia, de nuestra redacción) Silvana Sturich vive en Anisacate. Desde niña tuvo como propósito ser profesional al igual que otras mujeres de su familia. Vivió años intensos mientras cursaba la carrera de Ingeniería Agronómica en la Universidad Nacional de Córdoba. Con siete hijos -Emmanuel, Sasha, Michele, Jazmín, Jofiel, Catriel y Simón- el martes 14 de febrero se recibió de ingeniera. Justo el día del aniversario de la partida de su abuelo, una de las personas con las que se había comprometido a terminar sus estudios. 
Las dificultades económicas e incluso el machismo que la señalaba por su condición de madre y de mujer en una carrera de hombres, tampoco la hicieron claudicar. La mirada de Silvana es clara y firme, sus palabras son tajantes y decididas, quizás sea ese tesón el que la mantuvo día a día para no perder de vista su sueño. 

¿Cuándo comenzaste a estudiar?
Había empezado cuando no tenía hijos, con 19 años. Me iba bien, pero me detuve en el medio porque me enamoré, me casé y trabajé siempre muchas horas. Llegó el momento en el cual la obligación es lo primero. Mi objetivo era tenerlos bien, y también era estudiar, porque tenía una madre abogada que se recibió en la época del Proceso. Me crié con mi tía que era profesora de Letras, era algo natural en mi casa. Es la forma más materialista que tiene la clase media de llegar a un estrato, de todos modos no es insano. 

¿Cómo lo viviste en la universidad?
En su momento me cuestioné esta carrera, me pase a Filosofía, hice dos años de arte, todo porque estaba en contra de la matanza animal. Desgraciadamente leía demasiado, y eso me complicaba más. Y aparte escribía, tengo un libro que creo que lo voy a publicar. Empecé a trabajar, trabajaba muchas horas y un día dije voy a volver, porque las cosas se cambian desde adentro y porque siendo una señora en nuestra sociedad no sos nadie. Hace unos días le comenté a un vecino que estaba por rendir mis últimas materias. "La mujer cuando tiene su primer hijo debiera dejar de estudiar”, me dijo. Para mí eso es una aberración, yo creí que esa gente había muerto hace muchos años, yo creía que Mary Ingalls era una cuestión de los '70. En mi casa se pensaba diferente y ese es el  cristal con el que mirás el mundo. 

¿Y cómo hiciste para continuar?
En un momento pensé "¿Tenés capacidad todavía?” Y me inscribí en una universidad privada, en Abogacía. Y fui escolta, pedí una media beca, incluso llevé a mis seis hijos y nunca me la dieron. No me dejaron seguir. Pero lo mío es esto, es el campo, es lo que me gusta, y sobre todo los animales. Entonces volví a Agronomía y funcionó. Con todos los embarazos fui con la panza y siempre regularicé. Agronomía me vio en los peores momentos de mi vida, en las peores épocas y ya hecha una mujer con los objetivos claros. Cada facultad tiene una formación y a algunos hombres no les gusta que estés en esa profesión. 

Cuando estabas cursando ¿sentías que tus compañeros te veían 'diferente´?
Siempre tuve buena relación con los compañeros y los docentes. Me veían diferente porque en esa época yo desfilaba, entonces decían: "una cosa o la otra”, y el ser humano es integral. Obviamente,  cuando tenía que ir al campo me ponía la bombacha de gaucho y me ensuciaba igual que los otros. Siempre le huí a los prejuicios. Hoy trabajo en una institución pública y hay compañeros que no lo ven bien, si te ven con una revista de cosméticos ni se dan cuenta, si te ven con un libro en la cocina te acusan, lidiás con muchas cosas por ser mujer y por ser estudiante. A veces te ven hasta como mala madre. Para más de un profe fui carne de cañón, hubo profes que me tomaron mucho, otros me esperaban para rendir, me daban consulta un día que no les correspondía. Me veía obligada a estudiar y a entender mucho, porque no te pueden bochar. Porque saben que hasta la una y media estuviste contando cuentos para el de tres años, más otros dos que escuchan y a las 3 te pasás a tu cama y a las 6 te levantás a trabajar. Mi marido siempre supo que había algo que no iba a dejar: mis hijos y la facultad. Era una deuda conmigo y hasta con los profesores, cuando necesité un comedor universitario -y en la privada no me dieron nada-, lo tuve. 

¿Cómo hacés para dividirte entre hijos, hogar, trabajo, estudio?
No sé como se hace, yo sé lo que hice. Yo le robaba tiempo al mundo. Tiempo es sueño. Las últimas materias lloré mucho por el cansancio. Tres horas no alcanzan, empezás a optimizar y mientras tanto ellos se crían y no querés perderte nada. Se puede hacer todo porque te comprometés con lo que hacés en el momento. No le quitás horas a los chicos, te quitás horas a vos. Todo tiene un costo, yo veo mamás con la tablet todo el día en la plaza y no juegan, eso yo no lo hago. Yo creo en Dios y me dio una mano tremenda. Tuve mis primeros hijos, nunca cuestioné ninguno. Siempre les dije yo los tengo y me vas a ayudar, y salía un trabajo mejor. 

¿Y ahora cómo sigue tu vida?
Ahora vuelvo sin pena, sin gloria. Yo trabajo en PAMI, ahí Fernando y Jimena son asistentes sociales y me apoyaron, me entendieron pero no fue fácil. Hay padres hoy que hacen el doble rol y te valoran como ser humano. Para otros sos lo que no le gustaría que fueran sus mujeres. Si venís de una mamá que la escondieron en un campo para salvarla y recibirse, eso te cambia. No soporto que la mujer diga no puedo estudiar.
Ahora voy a ver qué hago conmigo sin apuntes. Voy a seguir estudiando, voy a hacer otra carrera, pero más tranqui. Eso que se cree un lujo debería ser un derecho.
 



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