Mala señal

Por Jorge ConalbiLa muerte del joven Juan Esteban Molinari (22) en la Comisaría de Alta Gracia constituyó un hachazo descomunal a la base de la “Mesa de Convivencia y Diálogo” conformada entre distintos actores para abordar la inseguridad que genera la violencia policial. Cristina Espinoza, madre del muchacho fallecido, integra el Colectivo por los Derechos y Libertades en Alta Gracia, flamante organización nacida en respuesta a los frecuentes abusos policiales y pata fundacional de esa “mesa”. El joven se suicidó en la dependencia policial (ver página 7), sin que ninguno de los cinco uniformados encargados de su custodia lo advirtiera. I - Señales de humo– El Colectivo por los Derechos y Libertades en Alta Gracia surgió a partir de la denuncia de Marcos Charras (26), quien fue golpeado por efectivos policiales en la Avenida Sarmiento el pasado 22 de marzo, cuando escuchaba música en su automóvil. Este caso movilizó a numerosos padres y jóvenes y a sus reuniones asistió Alberto Colaski, Director de Derechos Humanos de las Minorías y Lucha Contra la Discriminación, tal la estruendosa de-nominación de esta dependencia de la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia. Colaski escuchó, en la primera reunión, los detallados relatos de numerosos jóvenes víctimas de distinto tipo de abusos policiales. Eran chicos y chicas que por primera vez en mucho tiempo se atrevieron a hablar de una situación a la que describieron como cotidiana. Al bor-de del llanto, una adolescente confesó que –tras sufrir uno de esos ataques- le daba miedo salir de su casa. Con todas las notas de la situación en su maletín, el funcionario provincial regresó días después a Alta Gracia para reunirse con autoridades policiales, judiciales y municipales. En cada encuentro –según confiaron algunos de sus interlocutores- Colaski habló con ellos sobre responsabilidades compartidas, del descontrol que el alcohol produce en los jóvenes y propuso la creación de la Mesa de Convivencia y Diálogo. Cuando este medio le preguntó por las acciones realizadas ante denuncias concretas de violencia policial que había escuchado en esta ciudad, el Director aseguró que el Ministro Carlos Caserio y el Jefe de Policía, Alejo Paredes, “están al tanto de la situación”. Semejante contundencia ante la violencia policial tuvo su inmediato efecto: Antes de que la Mesa de Convivencia y Diálogo pudiera abandonar la carpintería se encontró con un muerto en el camino. Y si bien todo parece indicar que se trató de un suicidio, es imposible ocultar que quienes lo custodiaban eran los responsables de su seguridad. El re-cuerdo de los dos chicos que murieron quemados en una celda de la misma comisaría, en 2004, retornó como el fantasma que siempre está. II – Una provocación Una masiva y representativa movilización reclamando esclarecimiento fue la respuesta de la sociedad ante la muerte de Molinari. En menos de 24 horas, una absolutamente pacífica marcha de silencio recorrió el centro de Alta Gracia y se encontró con una provocación en las puertas de la Comisaría, donde un cordón de uniformados pretendía impedirle paso y estuvo a punto de provocar violentos incidentes. La policía de Alta Gracia podría haber protegido la fachada de la Comisaría sin buscar la confrontación con los vecinos. Pero eligió la amenaza. No hubo sangre gracias al a intervención de Pedro Gaetán (asesor de la Secretaría de Derechos Humanos) y Ana Laura Ochoa, de Libres del Sur, quienes convencieron al comisario de que permitiera el paso. Para completar la provocación, un efectivo policial se dedicó a filmar y fotografiar a los participantes del reclamo, como para que no faltaran intimidaciones. “A la inseguridad que sufrimos desde la delincuencia se le suma la inseguridad que nos producen los abusos policiales”, dijo el concejal Ramón Díaz. Probablemente su frase sirva para abordar el problema desde una perspectiva más realista. Aunque lejos de tranquilizar, las señales políticas que recibe la ciudadanía siguen siendo atemorizantes.