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Sociedad29 de marzo de 2022 Diario Sumario
(Sumario Noticias, Alta Gracia) El próximo 2 de abril, se cumplen 40 años desde el inicio de la Guerra de Malvinas. José Luis Lucero tenía 18 años en abril de 1982 y hacía cuatro meses que había egresado del Colegio Nacional de Alta Gracia. En febrero de ese mismo año, comenzó el Servicio Militar Obligatorio. Cuando cargó un arma por primera vez, no podía imaginar que poco tiempo después estaría en las Islas Malvinas, enfrentando a una de las potencias militares a nivel mundial.

"Nunca hubo un rumor o una información ni nada de una posible guerra con Inglaterra. Solamente hubo instrucción y pensábamos que a lo sumo podría haber un conflicto con Chile, por lo que había sucedido en el 78 [Conflicto de Beagle]. Nadie sabía qué sucedía. Cuando nos dijeron que íbamos a las islas, intenté mandar cartas, pero ya era demasiado tarde" recuerda José Luis al aire de Siempre Radio 93.3. Por el número que le tocó en el sorteo, José Luis debió ir a hacer el Servicio Militar Obligatorio a Comodoro Rivadavia. La guerra era algo que no se imaginaba, incluso mientras embarcaba rumbo a Puerto Argentino. "Nos sorprendió a todos. Sabíamos que era algo raro por cómo estábamos vestidos, el abrigo y las cosas. Teníamos una juventud ilusa. Era como una aventura lo que íbamos a vivir, sin pensar lo que iba a suceder después" rememora.
"Yo estuve en Puerto Argentino, en donde había que afianzar la toma, la recuperación. Teníamos que reducir a los ingleses que habían huido de la recuperación. Luego, fuimos a la isla Gran Malvina en donde hicimos defensa" cuenta José Luis sobre sus tareas durante el conflicto bélico. También aclara: "Hasta febrero de 1982, nunca había cargado un arma".

El horror de la noche
La desigualdad de condiciones entre el ejército inglés y el argentino fue evidente para los combatientes desde el primer momento. José Luis recuerda que hubo un solo combate de día, pero posteriormente se desarrollaron todos por la noche. No era casual: los ingleses contaban con ventaja en la oscuridad. Tenían equipo de visión nocturna, que entre los soldados argentinos escaseaba. "En la cantidad de armamento, también había una gran desigualdad. Nosotros teníamos que cuidar nuestras municiones porque no teníamos. Nos faltaban todos los elementos principales. Solamente estábamos muy motivados para enfrentarlos" recuerda con desazón José Luis. "La noche era larguísima. Desde las seis de la tarde hasta las ocho de la mañana. Aprendimos muchas cosas. Nos enseñaron a tirar, a combatir, pero no a curar una herida. Entonces después teníamos compañeros heridos y no sabíamos cómo ayudarlo", añade con pesar.
El veterano de guerra toma aire y suspira antes de intentar explicar los sentimientos que lo atravesaron durante la guerra. "Apretar el gatillo es lo peor. Es el momento más difícil. Pensás que eso no va a suceder. La adrenalina se sobrepasa, te tiembla la pera, la boca, te tiembla todo. Hasta que apretás el gatillo por primera vez..." señala José Luis tratando de compartir el golpe que la realidad le impuso a tan temprana edad. Sin embargo, al pensar en lo peor de la guerra de Malvinas, el excombatiente no se refiere a la ferocidad del ejército contrario, ni siquiera a la falta de preparación de los propios o la escasez de equipos. Lo más terrible fue lo más esencial: el hambre y el frío. "El clima y el hambre fueron muy duros con nosotros. Hacían 20 grados bajo cero. Comíamos una sopa o un guiso, una vez al día. Pero no alcanzaba. Estabas todo el día cavando trincheras y gastando energía. No alcanzaba para recuperar. Estaba prohibido matar ovejas, porque eran de los ingleses. Ya al último, nos olvidábamos de la prohibición… pero tampoco teníamos fuego para cocinarlas. Al no haber árboles, no conseguíamos leña" recuerda José Luis.
El fin de la guerra... y la prisión
El relato de la noche de la rendición en palabras de José Luis es estremecedor. "Recibimos la orden del alto al fuego, de no disparar más. No sabíamos las condiciones de la rendición. No estábamos seguros de entregar las armas, estábamos asustados y no queríamos. Nos avisan que teníamos que volver al pueblo, porque íbamos a entregar las armas ya que la guerra había terminado. En el caso mío, tuve que ir a avisarle a una avanzada que volvieran. Tuve que cruzar el campo minado, de noche. Les avisé que volvieran, que la guerra había terminado. No me creían. Me vuelvo solo y un helicóptero inglés me alumbró, me vio. Yo dije: “Acá me disparan”. Levanté las manos. Estaba sin arma. Me dejaron seguir caminando. Yo sabía dónde estaban las minas. Entramos al pueblo con las armas cargadas. Los ingleses nos estaban apuntando. Era un silencio sepulcral. Era un alto al fuego muy triste. Si alguno se le escapaba un tiro por equivocación, se hacía una masacre terrible. Dejamos nuestros fusiles ahí" cuenta José Luis a la audiencia. Sin embargo, todavía faltaba mucho para que terminara aquella pesadilla.
"El 15 de junio me toman prisionero. Estuve un mes más en las islas, levantando minas. Primero me llevaron a un frigorífico, donde estuve tres días encerrado sin ver la luz, sin tomar agua. Intervino la Cruz Roja. Apenas nos sacaron de ahí, lo primero que hicimos fue chupar los alambres porque tenían nieve, de la cantidad de sed que teníamos. Nos llevan entonces a un barco inglés. Ahí, el trato era otra cosa. Nos atendían y nos cuidaban otros militares que no habían participado en el combate. A uno de nuestros regimientos nos llevan de nuevo hacia la zona de combate para levantar y demarcar las minas. No sabíamos desactivarlas. Las demarcábamos con una brújula. Fue terrible eso: hacer dos pasos, volver atrás, hasta que la encontrabas. Ahí levantabas las manos y los ingleses venían y las desactivaban" explica José Luis, para luego agregar sus sensaciones: "En ese tiempo era como que medio morías todos los días un poquito. Sabías que los demás habían vuelto y decías no puede ser que a mí me toque esto".
Finalmente, concluye con contundencia que la guerra podría haber tenido otro desenlace y destaca el accionar de las tropas argentinas. "Los veteranos estamos orgullosos, porque les hicimos frente a los ingleses y muchas veces retrocedieron. Si no hubiera sido por Estados Unidos y Chile que les dieron una mano, no sé cómo hubiera terminado. Capaz tiraban una bomba nuclear en algún lado, como la Segunda Guerra Mundial".
Regreso sin gloria
Igual de avasallante que el relato de lo vivido en las islas es escuchar a José Luis contar el destrato recibido al volver al continente. "Después, fue volver acá y que te traigan escondido. Viajamos en un barco inglés al continente. En los colectivos nos hacían cerrar las cortinitas, no entiendo por qué. Me dejaron en Córdoba a las 2 de la mañana. Me tomé un SATAG. Cuando llegué a casa, en barrio Cámara, un griterío de la familia y los vecinos. Sabían que llegaba, pero no cuando. No pensaban que iba a volver en la madrugada. Mi familia solo había tenido información de que estaba vivo y prisionero. Habíamos firmado un acta que no podíamos hablar de la guerra ni hacer comentarios. No conseguías trabajo, no podías seguir estudiando. Había muchas trabas. No podías decir que eras un soldado de Malvinas. Y en todos lados, para trabajar, te pedían antecedentes militares" comenta el veterano de guerra.

Para sobrellevar todo lo vivido, José Luis se apoyó fundamentalmente en sus afectos. "Mi familia y amigos me apoyaron un montón. Los amigos te salvan. Porque si no, tendés a aislarte, a esconderte. Ves que te van relegando de todos lados y los sentimientos empiezan a golpearte. Recién a los 29 años de la guerra me llamaron del Hospital Militar para preguntarme cómo estaba" recuerda.
El sinsentido de la guerra
"Cuando volví, no dormía de noche. El cuerpo estaba atento a cualquier ruido, no podía dormir. Dormía tranquilo de día. Volvés y sos otra persona, no el mismo que fue. Lo que te enseña, lo que más te marca es que la guerra no sirve para nada. Al estar prisionero, vi que los ingleses sufrieron igual que nosotros. Con 18 años, no pensás en matar gente. No entendés el sentido de la guerra. Todavía no lo entiendo" concluye José Luis.

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