Despeñaderos: Luis, el veterano de Malvinas y el cartero del pueblo

A 42 años de la guerra, SN dialogó con Luis Juncos, el encargado de la sucursal del Correo Argentino en la localidad, quien conmemora un nuevo aniversario de aquel conflicto bélico que lo tuvo en el frente de combate. “Soy muy patriota, soy argentino hasta la muerte, pero antes de ir a pelear con una potencia mundial como Inglaterra, que nos dejó más de 600 soldados muertos, yo creo que se podría haber buscado una salida diplomática. Al final uno no sabe si se hizo para tapar algo, yo que lo he vivido no lo puedo entender y es una incógnita que tengo hace más de 40 años”, dice.

Entrevistas02 de abril de 2024Franco MuñozFranco Muñoz
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(SN; Despeñaderos) Quien recorre bien temprano la avenida 9 de julio sabe de su presencia ininterrumpida hace 29 años, cuando llegó a Despeñaderos para hacerse cargo de la sucursal de Correo Argentino, donde el código postal es el 5121, unos 4288 números anteriores al 9409, la correspondencia que identifica a las Islas Malvinas, al igual que a Luis Juncos, el vecino que hace 42 años estaba en la Bahía Fox, en la Isla Gran Malvina, en uno de los primeros frentes de combate entre argentinos e ingleses.

El primero de abril de este 2024, Luis estaba podando sus plantas cuando quien firma esta nota le pidió un tiempito para hablar de su historia, la historia de todos los argentinos. Él es un vecino y todos aquí lo conocen como don Juncos, el encargado del correo en Despeñaderos. Así, como todas las mañanas entrega las postales a la comunidad, su trabajo traza un paralelismo inquebrantable con Malvinas, y es esa predisposición de contar y hacer memoria, como las cartas que permanecen eternas y subliman un sueño más en esta vida y en esta historia. 

Luis Juncos es oriundo de Alta Gracia y, a principios de la década del 80’ cuando Argentina era gobernada por la última dictadura cívico-militar bajo el mando del teniente coronel Leopoldo Galtieri, él tenía 18 años, por lo que le tocó de manera obligada acudir a realizar el servicio en el ejército. El 31 de enero de 1982 fue citado en Córdoba y desde allí lo enviaron a Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, donde debía formarse como militar, porque así lo exigía el Estado. “Dentro de todo estaba contento, porque no conocía el sur y siempre me gustó viajar ahí”, dice y agrega que allí le tocó integrar el regimiento de infantería número 8 General O’Higgins. “Este era el centro y acá empecé a hacer el servicio”, dice.

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*Luis en Comodoro Rivadavia, previo a su viaje a Malvinas

“De enero a marzo, el ambiente ahí era muy raro, la cosa se veía muy fea, sobre todo en los jefes, pero igual nadie sabía nada”, comenta Luis. Esta tensión que vivía a diario tuvo su momento de consternación cuando de manera apresurada llevaron a todos los jóvenes a realizar la “instrucción”, que es el momento de aprendizaje de maniobras bélicas, como la utilización de armamento y simulación de combates. “La instrucción duró solo dos semanas, de no saber usar armas pretendían que en 15 días aprendiéramos todo de golpe. Ahí nos dimos cuenta lo raro que era todo, porque había mucho movimiento de vehículos que llegaban a Comodoro y nosotros estábamos a 11 kilómetros del aeropuerto principal, que llevaba todo a Malvinas”, explica.

A poco de realizar esta instrucción en armas, durante los últimos días de marzo de 1982, Luis y su grupo recibió la noticia de que el conflicto con los ingleses por las Islas se había agudizado y que el dos de abril iban a tomar el control en Malvinas. “En ese momento nos empezó a carburar la cabeza, a quién le tocaba, los miedos, la incertidumbre que teníamos sabiendo que Inglaterra era potencia mundial y nosotros con armas malas y muy viejas”, recuerda. 

Luis llegó el 8 de abril a la Isla Soledad, pero luego fue trasladado a Bahía Fox o, mejor dicho Bahía Zorro, llamada así por el extinto guará malvinense, zona ubicada en la costa este de la Isla Gran Malvina. Sobre la mesa de su casa en Despeñaderos, Luis tiene un mapa del archipiélago y marca con su índice el sector en el que estuvo. Instalado allí, cuenta que era uno de los primeros frentes de ataques por su condición costera al océano Atlántico.

“Todo fue muy rápido e improvisado, así de la nada. Calculá, yo no sabía cómo decirle a mis viejos que me iba a una guerra, encima mi mamá no estaba bien de salud en esa época, y no sabíamos si nos volveríamos a ver. Gracias a dios tuve la suerte de regresar, pero hubo muchos que no”, cuenta Luis sentado frente al mueble que sostiene el televisor, donde tiene guardadas sus estatuillas y medallas como héroe de Malvinas.

La guerra y la incapacidad del gobierno militar

“Es indescriptible que con 18 años nos toque eso, yo jugaba al fútbol tenía otros planes y de repente nos mandaron a la guerra. Mirá que a mí me gustaba el servicio como experiencia, pero no la que terminé viviendo en Malvinas”, dice. 

Sus palabras retumban en lo profundo del corazón en este diálogo con SN, tal es así que quien escribe estas líneas se anima a preguntarle:

-Hoy el mundo sigue en guerra, pero vos que viviste una en carne propia, ¿Cómo ves eso que pasa en un campo de batalla, cómo lo recordás?

-Cuando estaba ahí me preguntaba qué hago acá, por qué me tocó a mí. Recuerdo estar charlando con otro soldado, así como ahora. Nosotros éramos cinco y de un día para el otro veíamos a algunos mal heridos reventados por bombas que nos caían- responde Luis, emocionado-. Uno no está acostumbrado a eso, pero después de un mes de estar ahí ya no te sorprende nada. Al principio me preguntaba dónde estoy y de repente el estruendo, lo estoy viviendo o lo estoy soñando. Nos costó hacernos a esa realidad y tuvimos que tomar recaudos, estar atentos a cada ruido y dar aviso a cada rato. Nosotros dormíamos en una cueva y las guardias eran cada una hora, con 12 grados bajo cero y sí o sí nos teníamos que mover, no podíamos quedarnos quietos porque nos congelábamos.

-¿Por qué creés que los mandaron a esa guerra siendo jóvenes con muy poca preparación y muy debilitados de armamento?

 -Hasta el día de hoy yo no sé lo que pasó ahí. ¿Qué quisieron demostrar?-, se pregunta Luis 42 años después de la guerra. ¿La valentía?, no cabe dudas y me incluyo que todos los soldados pusimos nuestro granito de arena, ninguno salió corriendo, pero estábamos muy en desventaja. No era para ir a pelearle a esta gente. Ellos llegaban con barcos, uno atrás de otro, hasta que tomaron puerto argentino y desde el mar tiraban las bombas que impactaban cerca nuestro, sobre la bahía.

“Sabíamos que venían por nosotros”

Allí en Bahía Zorro, en la Isla Gran Malvina, Luis cuenta que vivía una familia chilena que no quiso abandonar su casa pese a la guerra. Ante esta situación, él y su grupo de soldados cercó todo el perímetro de la vivienda con bolsas de arena a modo de protección. “Esta familia se encontró con una guerra a la que no tenían nada que ver y por eso los protegimos”, dice y recuerda que gracias a eso nunca les pasó nada y pudieron sobrevivir en medio de las bombas que caían tan cerca. 

“Nosotros sabíamos que venían por nosotros. Los ingleses habían tomado puerto argentino, ahí desembarcaban muchísimos soldados y estábamos muy debilitados. Hasta que el 8 de junio nos avisaron que Galtieri iba a firmar la rendición” cuenta Luis y agrega: “En ese momento sentí muchas cosas, por un lado tristeza, porque no ganamos la guerra, pero a su vez alegría porque había salvado mi vida, aunque éramos prisioneros y no sabíamos si nos iban a matar”.

“El 14 de junio se firmó la rendición y llegaron ellos (los ingleses) en un barco grandísimo y nos llevaron de la isla”, dice y recuerda las pistolas nueve milímetros que portaban los soldados británicos con sus camperas térmicas. “Eran mucho más grande edad que nosotros, parecíamos sus hijos. No me voy a olvidar nunca el desayuno que nos dieron: una cajita de leche de medio litro y un huevo duro. Estábamos muertos de hambre. En el último mes no comimos prácticamente, solo era jugo y agua” dice y cuenta que durante el conflicto en las islas sufrieron mucho debido a que no le llegaban provisiones, sobre todo el último mes de combate. “Nunca vimos ni un chocolate, ni un abrigo, no sabemos nada de eso que supuestamente nos enviaban”, dice.

Luis explica que el viaje duró tres días y no sabían si los llevaban a Uruguay, que era un país neutral. “Nuestra tranquilidad era que nos dejaban y se iban. El último día de viaje nos enteramos que nos llevaban a Puerto Madryn, y ahí nos dejaron”, dice.

Sobre ese momento como prisionero, Luis reconoce que fue la primera vez que vio a un inglés, ya que no tuvo un combate cuerpo a cuerpo. “Ellos nos bombardeaban de noche y desde los barcos que estaban en el mar”, aclara.

Un reclamo justo

Muchos de sus compañeros del regimiento de infantería número 8 General O’Higgins de Comodoro Rivadavia no pudieron volver y hoy conforman la lista de los 649 combatientes caídos en Malvinas. Luis recuerda también la lucha que llevan adelante muchos de quienes colaboraron con ellos desde la base militar en Argentina, a quienes buscan que el Estado los reconozca como veteranos de guerra y puedan cobrar su merecida pensión. “Como ellos no viajaron no le dan la pensión, pero eso es injusto”, reclama.

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Javier Milei y su admiración por Margaret Thatcher

Previo a su ascenso como presidente de la Nación, Javier Milei dijo: “En la historia de la humanidad ha habido grandes líderes. La señora Thatcher lo fue”. Este mensaje del mandatario argentino no pasa inadvertido para quienes pelearon en Malvinas, ya que Margaret Thatcher fue la primera ministra británica durante la guerra de Malvinas, la encargada de caer con todo su ejército sobre los argentinos y someter a un país entero impidiendo su soberanía.

“Admirar a alguien a quien no le importó un carajo matar a tanta gente, ¿cómo podés?”, dice Luis y agrega: “Yo no soy político y no estoy afiliado a ningún partido, no me gusta, pero hay cosas que no puedo entender y no voy a entender nunca, como esta guerra que me tocó vivir. Soy muy patriota, soy argentino hasta la muerte, pero antes de ir a pelear con una potencia mundial como Inglaterra, que nos dejó más de 600 soldados muertos, yo creo que se podría haber buscado una salida diplomática. Al final uno no sabe si se hizo para tapar algo, yo que lo he vivido no lo puedo entender y es una incógnita que tengo hace más de 40 años”.

Sobre otro hecho reciente, como fue la desaparición del submarino argentino Ara San Juan, Luis mantiene la misma incertidumbre. “¿Cómo pudo pasar eso? Lo raro es que nunca apareció, me dio mucha tristeza porque detrás de cada uno de ellos hay una familia, como nosotros”, dice.

Su regreso

Luis comenta que le costó reincorporarse. Durante cinco años recibió ayuda profesional y junto a su familia pudo recuperarse. “No podía dormir de noche y esas bombas las recuerdo como si hubiesen caído ayer”, dice. 

-Cómo fue regresar a tu ciudad?- 

-Después de vivir eso fue muy difícil volver a la vida real. No se logra de un día para el otro. Hasta el día de hoy lo sufro y lo siento, pero gracias a dios lo pude superar-

Al poco tiempo de llegar a su casa en Alta Gracia, Luis cuenta que tuvo hepatitis, producto de todo lo vivido en Malvinas. “Como estaba bajo bandera me llevaron al hospital militar y estuve un mes y medio recuperándome ahí, hasta que pude volver definitivamente”, dice.

Al regresar, gracias a su padre que trabajó durante 40 años en Correo Argentino pudo ingresar a una de las sucursales de la ciudad del Tajamar, donde estuvo 11 años. En ese tiempo conoció a Mónica, hoy su esposa y con quien formó su familia compuesta por cuatro hijas: Yesica, Verónica, Carolina y Mélany.

Su llegada a Despeñaderos fue en 1994, cuando se jubiló quien estaba a cargo de la sucursal del correo local. Aquí vive desde ese entonces y trabaja al servicio de la comunidad. Cartas que llegan y escritos que viajan, en tiempos donde las plataformas imponen un ritmo efímero, la labor de Luis lleva a detener los instantes que se guardan en la memoria, como su historia de combatiente y veterano de Malvinas. 

*Fotos compartidas por Luis Juncos.

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