A 69 años del Golpe de Estado que derrocó el gobierno de Perón

Se trata de la dictadura encabezada por Pedro Eugenio Aramburu y Eduardo Lonardi, bajo la autodenominada “Revolución Libertadora” que había iniciado junio cuando se las Fuerzas Armadas bombardearon la Plaza de Mayo con la intención de matar al Presidente.

Derechos Humanos16 de septiembre de 2024 Redacción SN
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(SN; Política) Este lunes, además de ejercer la memoria activa por los 48 años de “La Noche de los Lápices” y los 50 del asesinato de líder obrero Atilio López, se cumple el aniversario número 69 del Golpe de Estado cívico-militar de 1955, encabezado por Pedro Eugenio Aramburu y Eduardo Lonardi, con la autodenominada “Revolución Libertadora” que derrocó al gobierno democrático de Juan Domingo Perón.  

Luego del bombardeo a Plaza de Mayo con la intención de matar al presidente Perón, tres meses más tarde, el 16 de septiembre de 1955 se perpetró el Golpe de Estado con la cúpula antiperonista a la cabeza. El tutelaje militar que tenía el Gobierno de Perón se incrementó tras el atentado aéreo en junio, cuando murieron más de trescientos personas y hubo más de mil doscientos heridos, sumado a esto se cuentan innumerables construcciones destruidas, entre ellas centros religiosos del catolicismo 

Gobierno debilitado

Perón ofreció a la Iglesia que fuera el Estado quien costeara la restauración de los templos destruidos, pero los hechos ocurridos eran demasiado graves como para establecer rápidamente una línea acuerdista, y la tentación de desalojar a Perón de la Casa Rosada era en esos momentos una posibilidad real.

La oposición de derecha, alarmada porque la política distributiva del gobierno recortaba considerablemente su tasa de ganancia, y la oposición de izquierda, obnubilada por su caracterización del gobierno como fascista, coincidieron paradójicamente en una misma estrategia.

Varios mandos militares pasaron a una clandestinidad preparatoria de una inminente asonada militar, mientras la CGT propiciaba formalmente la formación de milicias obreras armadas para defender a su gobierno.

Golpe de Estado

El 16 de septiembre de 1955, las Fuerzas Armadas iniciaron en Córdoba un movimiento destinado a derrocar a Perón, con la complacencia de un amplio espectro de partidos que iban desde el más tradicional conservadurismo hasta el Socialista. 

A la cabeza de la revuelta se hallaba el general Eduardo Lonardi, quien a las cero horas del 16 dio la luz verde a los insurrectos. El primer objetivo, la toma de la Escuela de Infantería de Córdoba, se logró tras una dura lucha de casi ocho horas de combate. Para las primeras horas de la tarde, los insurrectos controlaban varias radioemisoras y comenzaban a difundir por el país proclamas golpistas.

Mientras tanto, las guarniciones cuyanas adhirieron al movimiento y otros alzamientos militares se reprodujeron en varias provincias. Incluso algunas fracasaron, como la comandada por el general Pedro Eugenio Aramburu en Curuzú Cuatiá, quien fue rodeado por tropas leales y obligado a huir.

La Marina, por entonces comandada por el almirante Isaac Rojas, se apostó, según lo convenido con sus colegas del Ejército, con varias naves bloqueando Buenos Aires y amenazando con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud.

El levantamiento naval en Río Santiago fue duramente reprimido por tropas del Ejército y aviones de la Fuerza Aérea.

El golpe militar en marcha daba muestras de seriedad y coordinación, pero no lograba librarse plenamente de la resistencia de los sectores aliados. Incluso la acción de los Comandos Civiles, preparados para tomar las emisoras radiales de la Capital fueron eficazmente repelidos por la Policía Federal.

La situación se mantuvo con cierta indefinición en los siguientes dos días. El principal foco rebelde era el de Lonardi en Córdoba, razón por la cual los mandos leales a Perón proyectaron el llamado “Operativo Limpieza” para reprimirlo.

Cuando todo hacía prever que Córdoba caería, la situación giró bruscamente cuando al mediodía de aquel 19 de septiembre, Perón hizo pública una carta donde aceptaba renunciamientos personales para evitar un enfrentamiento sangriento. El anuncio, que en su ambigüedad no hablaba de ceder el ejercicio de la presidencia, dejó desarmadas a las fuerzas leales y alentó a los rebeldes.

La respuesta de la Marina fue tajante: si no mediaba una inmediata capitulación de Perón y sus fuerzas, los buques de guerra bombardearían la Capital Federal. Para el día 20 se convino una reunión entre los jefes de ambos bandos para dirimir una salida. En la reunión, realizada a bordo del crucero Argentina y con la presencia del almirante Rojas, se acordó la renuncia de Perón y todo su gabinete; que  Lonardi sería designado presidente provisional, y que todas las fuerzas regresarían a sus bases para esperar las órdenes del nuevo gobierno.

Tras la llegada de los emisarios de Lonardi, se acordó también cuales serían las bases de la llamada Revolución Libertadora: convocatoria a elecciones, legitimación de la Constitución de 1853 y conservación de los beneficios obtenidos por los trabajadores durante el gobierno peronista.

El 23 de septiembre, mientras Perón partía hacia el exilio a bordo de una cañonera paraguaya, una multitud compuesta mayoritariamente por sectores de clase media y alta, colmó la Plaza de Mayo para aclamar al nuevo presidente provisional, el general Eduardo Lonardi, que anunciaba desde los balcones de la Casa Rosada que no había “ni vencedores ni vencidos”.

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