Alta Gracia: un detenido por homicidio del curandero, pero falta otro

Con un amplio despliegue la policía detuvo este viernes a uno de los presuntos asesinos de Enrique Ortíz. El hombre de 83 años había sido hallado muerto en su casa días atrás, con signos de haber sido maniatado y golpeado.

Policiales01 de agosto de 2025 SN
Homicidio Curandero Vª Los Aromos 20250801

(Alta Gracia; SN) - A Enrique Ortíz se lo conocía en Villa Los Aromos como “el curandero”. No era médico ni brujo, pero tenía el don -o eso decían- de calmar dolores que la medicina no entiende. Empachos, nervios, sustos viejos. A él recurrían a diario mujeres, hombres, chicos. Llegaban con el alma torcida y salían creyendo que algo, aunque sea un poco, se había arreglado.

Pero la mañana del 24 de julio fue distinto. Un vecino golpeó a su puerta. Nadie respondió. Ni el chasquido de la cerradura, ni el murmullo de bienvenida. El silencio fue más fuerte que cualquier rezo. Minutos después, lo encontraron muerto en su propia casa.

La escena no dejaba lugar a dudas: lo habían asesinado. El hombre estaba sentado en una silla, como si lo hubieran acomodado para un velorio improvisado. Maniatado. Golpeado. El lugar, un desorden total. 

Los investigadores hablan de un posible homicidio en ocasión de robo, aunque la hipótesis no está firme. Tal vez fue un asalto que se complicó. Tal vez fue algo más personal. Tal vez quien lo mató no buscaba cosas, sino silencio.

Ortíz tenía 83 años y un corazón que, según los forenses, pudo haber dicho basta antes del último golpe. No se descarta que el miedo lo haya fulminado. El susto, el dolor, el asedio. Las autopsias hablan más que los vivos.

Entonces empezó la cacería. Con declaraciones, con cámaras de seguridad y con calle. Mucha calle. La pista los llevó hasta Alta Gracia, a barrios donde la ley y los vecinos siempre tienen problemas con el crimen. B° Don Bosco y B° General Bustos se llenaron de policías, de E.T.E.R., de Infantería, de División Motos. No dejaron ni una rendija sin revisar.

Y este viernes, en una de esas casas sin nombre, encontraron al primero. Un muchacho de 23 años. Lo sacaron como a una sombra. Lo esposaron sin ceremonia. En el lugar secuestraron cosas. Pruebas. Tal vez piezas del rompecabezas que explique por qué mataron a un anciano que solo curaba dolores.

Ahora está detenido. En una celda donde el tiempo se vuelve largo y el aire pesa. Espera que alguien le diga cuánto va a pagar por una noche que creyó impune. Pero no estaba solo. El otro todavía corre. La policía lo busca, dicen, pero él también debe estar buscando cómo desaparecer.

El curandero está muerto. Su casa quedó vacía, con los frascos de hierbas, las oraciones secas y un aire espeso que no se va. Uno de los presuntos asesinos está tras las rejas. Y el otro… el otro todavía siente la respiración de la muerte en la nuca.

Porque en esta historia no hay milagros. Solo justicia. O algo que se le parezca.

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